La violencia de género es un problema en extremo doloroso y vergonzoso. Pero la forma de tratarlo en los medios y los espacios de discusión, a su vez, suele ser en extremo inadecuada.
Entendemos que es urgente asumirlo desde la academia por los especialistas y por las autoridades, con todo rigor analítico y con toda responsabilidad institucional.
Conviene auxiliarnos de la corriente neo freudiana para ahondar en el significado de la mujer en la vida del varón y en esta y otras culturas. Descubrir en el subconsciente masculino la extrema importancia que tiene la mujer para el equilibrio psíquico-existencial del varón, Ya que constituye un eje psíquico que cuando se quiebra genera una conducta alienada, agresiva y autodestructiva. (Hinkelammert diría que se trata de una “tabuización” o sacralización de la mujer).
Debemos ahondar en la relación edípica agravada que se produce cuando el varón es el vástago de madre soltera (consentidora), afectada por una favorabilidad inducida, que exacerba los rasgos machistas de nuestra cultura.
Investigar especialmente el papel de “la Virgen”, que junto a la madre y la esposa forman una “trilogía sacra”, que se establece en la psiquis masculina como un eje fundamental; causado por la tremenda dependencia afectiva respecto a la madre, reforzado por una cultura que “tabuiza” de diversas formas madre, esposa y virgen santa.
Acaso necesitaríamos de unos Dostoievski o Shakespeare, que desentrañen con plena libertad artística estos “misterios”. O mejor, psicoanalistas y sociólogos criollos diligentes, con gusto por la poética, que ausculten en el lirismo del cancionero popular el entendimiento de ese proceso de idealización y sacralización de la mujer. Que es la misma que persona capaz de producir amor sublime y el peor desengaño, pasando ipso facto, de reina a escoria, digna del peor desprecio y castigo.
Simultáneamente, los sociólogos debemos acudir a las condiciones materiales en que se desarrollan los procesos de idealización y derrumbamiento, con especial atención al problema del desempleo y de la desvalorización relativa y absoluta del rol del varón proveedor y defensor de de los espacios nacionales y del hogar. Y observar con mayor profundidad los que Berger, Lanski y Huges denominaron “inconsistencia de estatus”. De donde la situación del varón desocupado, incapaz de proveer, tiene dificultad de asumir el rol-estatus de jefe de familia; lo que provoca una enorme tensión que en numerosas ocasiones, predispone la pareja al conflicto de liderazgo-autoridad, que descalifica al varón como jefe de familia, agravando peligrosamente cuando el varón no es capaz deshacer racionalmente la sacralidad o ídolo en que ha convertido a su mujer; ni de proveerse de otra pareja para restablecer su autoestima.
Cuando el mito se cae repentinamente por adulterio, (deslealtad, traición, infidelidad) genera violencia.
Paralelamente, la sacralización de la mujer debe ser analizada como un mecanismo cultural de manipulación de la mujer.
Este quiebre del sistema emocional del varón produce un enorme dolor emocional; sumándosele usualmente el bulín (real o imaginario) de los miembros del grupo de referencia. La auto-censura-auto-descalificación del macho rehusado, traicionado, y decepcionado suele ser altamente autodestructiva.