Mujeres dominicanas atormentadas Leonor Feltz

Mujeres dominicanas atormentadas Leonor Feltz

Correspondencia  con Pedro Henríquez Ureña (1) *

Apenas doce cartas y todas tienen la impronta de una mujer atormentada y visionaria a la vez y, comparativamente aquejada, como Mercedes Mota, de un vacío grande, como si nadie pudiera llenarlo.
Que me atrevo a afirmar es la ausencia de una figura paterna, añadido a esto las vicisitudes y miserias económicas de una época preñada de incertidumbres políticas, destrucción de los sueños positivistas de Hostos y dos largas dictaduras cuyo acíbar debió beber (Lilís y Trujillo), más aquel tiempo de anarquía que prevaleció a las muertes violentas del primero y, posteriormente, de Ramón Cáceres; y, para remate de males, la primera ocupación militar norteamericana.
¿Quién fue esta mujer de apellido extranjero, sefardí “holandizado” o “germanizado” (¿idioma donde significa “feliz” o “afrancesado”, corruptela talvez de Phelps, y nombre de heroína trovadoresca? ¿Y su segundo apellido, materno?¿Por qué vino a parar a Santo Domingo, isla de los mil peligros? ¿Quiénes fueron sus padres? ¿A qué se dedicaba ella para cumplir los requisitos de Shylock? ¿Cómo entró al Instituto de Señoritas fundado por Salomé Ureña, donde se convirtió, por su inteligencia preclara, en su discípula favorita y una de las seis primeras maestras normales graduadas en ese establecimiento? ¿Cuáles fueron las relaciones educativas, literarias y políticas que cultivó? ¿Cuáles fueron sus amores y desamores? Estas y otras preguntas las responderé; otras, quizá, no tengan respuestas. Tanto Mercedes Mota como Leonor Feltz son un misterio que atrae como las sirenas de Ulises.

¿Influyó en su vida y la época que le tocó vivir el delito de ser mujer y, además el de inteligente y cultivada? ¿Qué opinión se forjaron de ella sus contemporáneos? ¿Los hombres? ¿Las mujeres?

Mi exalumna de Análisis de Textos de la Universidad estatal, y ahora profesora de ese centro, Mercedes García Siragusa se dedica a hurgar esa vida misteriosa de Leonor Feltz y, al leer mis crónicas sobre Mercedes Mota, se animó y me hizo llegar el resultado de su búsqueda en libros, periódicos y archivos y que compartiré con mis lectores, aparte de los que he encontrado y los que arrojan algunas cartas de los Henríquez-Ureña o de otros litorales. Quedo, pues, aquí agradecido del envío de Merche y citaré, en cada caso, los datos de su cosecha.
Despejar el origen histórico y genealógico de Leonor María Dámasa Feltz (Leonor Feltz con la mayor simplicidad) y posiblemente Madrillet o Magrillet el segundo apellido materno, que quizá resulte Martillé para los amigos del Instituto Dominicano de Genealogía cuando trabajen el árbol de Leonor, su hermana Clementina y su madre y nos iluminen con respecto a quién fue el padre. De cuáles tierras lejanas vinieron, es tarea urgente para nuestra república de las letras.
La profesora García Siragusa señala ese largo nombre para la mentora del joven PHU y que de ahora en adelante la llamaremos como hicieron todos en aquel XIX finisecular: Leonor Feltz. Según mi exalumna, el infatigable Julio Jaime Julia dedica en su libro “Haz de luces” un capitulillo a la eminente maestra y dice que ella nació en Santo Domingo el 11 de diciembre de 1870, texto de don Jaime que leí para ubicar su viaje a Puerto Plata en aquel tiempo políticamente borrascoso nada menos que a enseñarles francés a las hijas de Maximiliano Grullón Salcedo, hermano de Arturo y Eliseo (hijos todos del prócer restaurador Máximo Grullón Salcedo), quien marcharía a la Exposición Universal de París en 1889 en compañía de su familia y varios ciudadanos de viso de aquel Santiago de los Caballeros seguidor de los patrones y gustos europeos.
Dice García Siragusa, contrariada por el dato de Julia (que estaba emparentado con esos Grullón de Santiago por el lado materno, pues Arturo, Eliseo y Maximiliano llevaban este segundo apellido): «Sin embargo, en el Registro de Nacimientos de Santo Domingo (1860-1870) no se encuentra nada sobre ese nacimiento» y «sí aparece esta inscripción manuscrita: ‘En la ciudad de Santo Domingo a los 3 días del mes de enero de 1870 ante mí Emeterio Arredondo oficial civil de la parroquia Catedral compareció el señor Manuel de la Concha, acompañado del señor Enrique Lagrange que el día 11 de diciembre del año sesenta y nueve nació una niña hija natural de la ciudadana Margarita Féliz a que imprimieron por nombre María Dámasa Leonor, sus padrinos Manuel María de la Concha y Catalina Pou’.»
¡Caracoles, cuánta información!
Primero, la fecha dada por Julia aparece diferente en el documento oficial o partida de nacimiento de Leonor Feltz; segundo, el nombre del Oficial Civil es Emeterio Arredondo, apellido de músicos, escritores y artistas de la ciudad de los Colones; tercero, los nombres de los testigos del nacimiento, obligatoriamente gente de pro y de fe pública ante el Oficial Civil, conocidos todos por vivir en una ciudad tan pequeña; cuarto, la partida consigna que Leonor es hija natural, información importantísima cuando se trata de figuras públicas, pues ya se ha visto cómo el origen de Pablo Altagracia Báez (tronco de Buenaventura Báez y todos los Báez de esa sangre existente y por existir) fue el mismo, y peor, pues fue niño expósito; o el de Galván y Gautier, grandes colaboradores de Santana y Báez, y hasta de Lilís, Manuel María; y Manuel de Jesús, convertido en azul al final de su vida.
¡Cosas veredes, Sancho! Cuarto: el apellido de la madre dado por Félix, y a veces la escasez cultural lo redujo a Félix, cuando era, al parecer, Feltz, que esto no se sabe, pues no está documentado oficialmente, como se ve por la partida de nacimiento de la pequeña Leonor. Quinto: Margarita es el nombre de la madre; sexto, el nombre de los padrinos, también ligados a familias ilustres del barrio que era la Capital para esa época: los de la Concha, trinitario y duartistas: Jacinto, Tomás y Wenceslao; y del otro lado, la madrina: Catalina Pou. ¡Pero si así se llamará una de las discípulas de Salomé Ureña y futura maestra normal! ¡Cuánta coincidencia ¿o será esta Catalina tía de la normalista? Con toda probabilidad, pues Leonor tendrá 17 años cuando ingrese al Instituto de Señoritas en 1887. Y la Catalina Pou normalista tendrá aproximadamente esa edad, o 18, para redondear.
Pero falta más. Sexto, los testigos: el primero, es de apellido inequívocamente francés. Aplatanado. ¿De Francia o de los que se quedaron en el país después de la derrota de Palo Hincado o vinieron estos Lagrange de Haití cuando explotó la revolución de los negros esclavos iracundos y debieron huir despavoridos hacia la parte Este de la isla, Puerto Rico o Cuba? Y este Manuel de la Concha da todavía para más: en la segunda mención de la partida de nacimiento de Leonor, lleva un segundo nombre: María.
Todavía más información: el término “hija natural” implica, por lógica, ausencia del padre, pero todos los íntimos o vecinos, conocen la historia y más de esas dos niñas: Leonor y Clementina, hermanas por la gracia de Dios, pero nadie nabla en público de ellas, porque el nombre del padre es tabú: historia secreta de familia, sicogenealógicamente hablando: ¿señorón, señorito, militar, cura o arzobispo, ¿el padre? Entre ellos anda el diablo.

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