Mujeres dominicanas atormentadas Mercedes Mota: Correspondencia con Pedro Henríquez Ureña (9)

Mujeres dominicanas atormentadas Mercedes Mota: Correspondencia con Pedro Henríquez Ureña  (9)

En la carta que Mercedes Mota (MM) le remite a Pedro Henríquez Ureña (PHU) el 26 de diciembre de 1902, desde Puerto Plata, sigue quejándose del país y del ambiente provinciano: «se vive aquí una vida tan sosa, tan estúpida». BVega (2015: 104).
En carta del 4 de febrero de 1903 se percibe un tono más optimista y la razón queda explicada: «¿por qué debo repetirte que tus cartas me complacen sobremanera; que todas esas noticias del mundo civilizado despiertan mi espíritu, fatigado i hastiado prematuramente de las realidades del mundo?» (2015: 107). Las cartas de PHU la transportan al ensueño de su primer viaje a Nueva York.
Sin embargo, con MM se cumple el refrán: en este mundo, dos cosas no hallarás: «un alacrán sin ponzoña y un artista que hable bien de los demás.» Y este: «Nadie perdona jamás un desprecio sin motivo y un halago de mentira». Al informarle a PHU el deceso de Virginia Elena Ortea, se advierten desdén y sorna: «¡La pobre! Ha muerto henchida de ilusiones, cuando todavía era niña por sus pensamientos e ideales, llena como debes suponerlo, de inconformidad. Aunque ella fue una de las personas que me hirieron más profundamente con motivo de mi viaje a Búfalo, ‘i se mostró adversaria cruel para conmigo’ (cursivas de DC), he logrado levantar mi alma por sobre la mezquindad humana, derramando al pie de su lecho mortuorio i sobre la losa que cubre su recién abierta tumba lágrimas sentidas, lágrimas sinceras i amargas. Ella, por su preclaro talento merece que se la recuerde i se la llore. ¡Lástima grande que su alma no corriera pareja con su inteligencia privilejiada por más de un concepto!» (2015: 109). La pequeñez del alma impide su grandeza.
¿Qué motivaría esa rivalidad? Quizá fue envidia de parte de Ortea. Talvez se creía merecedora de representar a nuestro país en la Exposición de Búfalo, y no MM, de baja extracción social y de origen dudoso, adonde asistió en compañía de PHU y su hermano Franz. Rufino Martínez aporta una ligera pista, aunque quizá lo explique todo: «Alma delicada, con una exquisita sensibilidad para las manifestaciones de la belleza y de toda noble expresión de vida, su calidad superior le dio espontáneamente en la sociedad puertoplateña, que fue la que vivió y amó, la más alta representación cultural de la mujer.» (Diccionario biográfico-histórico dominicano (1997: 397-98). A eso se añade que su padre y su tío fueron grandes políticos y escritores y ocuparon altos cargos públicos y gozaron de alta “distinción social”.
Pero veamos de cerca el asunto. El contexto más cercano del párrafo donde MM alude a Ortea dice lo siguiente: «Como ves, la tristeza se cierne por todas partes, sin esperanza de que brille un rayo de consuelo i de alegría. ¡Dichoso tú que te hallas lejos de todo cuanto puede arrebatarle a uno (sic) la paz i el contento, dejándolo (sic) sumido (sic) en los profundos antros de la inconformidad i del dolor!» (201 5:108). Más interesante resulta el párrafo que sigue y que quizá explique, hurgando en el inconsciente, la rivalidad entre MM y Ortea: «La situación política del país no debes ignorarla. (…) ¿Para qué hablar de eso? En medio de todo, sin embargo, hai que pensar que nada es eterno en la vida, que todo tiene que pasar, afortunadamente. Hablemos ahora de otra cosa…» (BVega, 108).
MM ha desviado el diálogo con PHU. ¿De cuál situación política se trata? El contexto es bien conocido por ambos personajes. Son jimenistas, es decir, bolos, del partido de Juan Isidro Jimenes, presidente de la República, a quien su Vicepresidente Horacio Vásquez le ha dado un golpe de Estado y por esta razón Francisco Henríquez y Carvajal, Ministro de Exteriores del gobierno caído, sin los recursos que le proporcionaba el sueldo de su alto cargo, contempla la posibilidad de traer al país a los hijos que están estudiando en Nueva York o llevarles a Cuba si allí su trabajo de médico no tiene éxito.
Esta pugna política entre jimenistas y horacistas atravesará la vida del país hasta 1930. Esa lucha arrastrará a los intelectuales que, al igual que la población, se encuentran en la vorágine de las pasiones clientelistas de los dos grandes caudillos. Virginia Elena Ortea no es quizá ajena a esas pasiones, equivalentes ayer a dogmatismos cerrados y enemistades irreconciliables parecidas a las que vivieron los sujetos con el comunismo y el anticomunismo. La bandería jimenista explica que MM, amiga entrañable de los Henríquez-Ureña, fuera la elegida para ir a Búfalo, donde habló, y luego publicó su artículo, sobre la condición de la mujer. Ortea, del partido de su padre y su tío, es decir baecistas convertidos en gonzalistas o verdes, al sentirse excluida, creyendo quizá en la meritocracia, arremetió contra MM. Hay que recordar que los Ortea, sobre todo Francisco, fueron enemigos de Luperón, y de Lilís, el primero un santo para los Henríquez y Heureaux menos, a partir de su dictadura. En la frase desvalorizadora de MM: « ¡La pobre! Ha muerto henchida de ilusiones, cuando todavía era niña por sus pensamientos e ideales», MM afirma que su adversaria se quedó, literaria y políticamente, en la infancia.
Sin embargo, Rufino, adversario de MM, dice que «no fue pura soñadora, [ni] amiga de ilusiones y sutilezas apartadas de la realidad circundante». (P. 398). Sin duda, Rufino leyó la crónica de MM sobre Ortea publicada en el Listín Diario n.° 4067 del 16 de febrero de 1903 o quizá en Vida y pensamiento… donde entre elogios, quizá fingidos, repite lo de la carta a PHU: « ¡Oh!, pobre cantora. » (Vida y pensamiento… p. 126). Hay una frase demoledora en el último párrafo de su artículo, entrecomillada por ser talvez ajena: «Al besarte la muerte, Dios extendió el velo del olvido sobre tu espíritu». (Obra citada, p. 126).
Vistas estas razones, se entiende entonces la frase política de que “nada es eterno en la vida, que toda tiene que pasar”, inconscientemente referida al gobierno usurpador de Vásquez, causante del infortunio de Don Pancho Henríquez y sus hijos. Efectivamente, así ocurrió. Una revuelta encabezada por los partidarios de Lilís depuso a Horacio Vásquez y este renunció el 23 de abril de 1903. Y como no había diferencia ideológica ni de principios entre lilisistas, horacistas y jimenistas, estos últimos, para no quedarse fuera del nuevo gobierno, apoyaron la candidatura de Alejandro Woss y Gil, jefe de la “revolución”, y de esta alianza, Eugenio Deschamps, antililisista y entusiasta seguidor de Jimenes, fue el candidato a la Vicepresidencia. Los Henríquez-Ureña volvieron a estar tranquilos, momentáneamente.
A propósito de esa intranquilidad que agobió a los Henríquez, MM la percibió agudamente, y ante la eventualidad de un regreso de PHU al país a causa de los problemas económicos de su padre, ella se convierte ahora en consejera de su amigo: « ¿No tienes tú, Pedro, suficientes aptitudes para proporcionarte la vida, para buscar el modo de labrarte un provenir lejos de aquí? (…) Ese es mi deseo para ti, a quien estimo i quiero como a un hermano. Debes estudiar siempre con un propósito determinado; pensar en que luego debes tú mismo bastarte en la vida, i no entregarte demasiado a los placees que a veces e[m]botan los talentos más privilejiados, i matan las más jenerosas inclinaciones del espíritu.» (BVega, 105).

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