Mujeres excepcionales: Familia versus política

Mujeres excepcionales: Familia versus política

Rafael Acevedo

Hay tantas mujeres brillantes, virtuosas, simplemente encantadoras, que desaparecen del escenario público; que si hubieran sido otras las condiciones de existencias, ocuparían los mejores puestos en la administración pública y la política, y de igual modo, en empresas y organizaciones sociales del país.
Mujeres excepcionales que salieron o fueron sacadas de juego o, al menos, de los espacios sociales en los que las gentes de distintos sexos y condiciones sociales suelen encontrase, ya en los negocios, en política, artes y letras. Como si de repente pasaran a un “ostracismo” en el cual, como nunca mejor se usase ese término, estarán, cerradas como valiosas perlas, en herméticas conchas de nácar, contempladas solamente por sus maridos y allegados más íntimos.
El matrimonio ha sido causa principal de que muchas mujeres de gran talento abandonen la “vida pública” desde la escuela secundaria, o el enclaustramiento colegial de las Hermanitas de la Caridad. Siendo muy raro que llegasen a intentar siquiera una carrera universitaria.
Aunque debe anotarse que detrás de notables hombres de letras, profesionistas o capitanes de industria, ha estado casi siempre la ayuda idónea, el indispensable soporte emocional a tantos laboriosos hombres, como esposas y como madres venerables de hogares ejemplares.
No pocas veces la historia ha sido otra muy distinta: Mujeres magníficas desechadas, a un lado de la ruta, desmejoradas en la medianía de edad, cargadas con un hogar sin marido, luchando en una sociedad que no tiene muchas nuevas oportunidades, especialmente para aquellas que nunca se prepararon para enfrentar el abandono, ni para ejercer el papel múltiple de proveedora, protectora, educadora y soporte emocional y espiritual de un hogar incompleto; con casi ningún chance de relanzarse al mercado laboral, profesional o matrimonial.
Pocas veces alcanzan a comprenderse las iniquidades de una vida que les prometió tantas cosas hermosas en su juventud. Y piensa uno en esos hombres que tampoco se prepararon para merecerlas, ni supieron enfrentar sus propios egos deformados y saturados de machismo. O simplemente, hombres que tampoco pudieron descifrar las adversidades de una sociedad que no tiene misericordia para los perdedores.
Hoy son bastante distintos los tiempos, siendo que más de la mitad de los estudiantes universitarios son mujeres.
Esas mujeres excepcionales, grandemente virtuosas, suelen demostrar mayor talento y firmeza que muchos hombres para dirigir asuntos de Estado. Y lo que pareciera ser un resabio machista más, lo que les impide el paso a estas talentosas mujeres, no es sino la incapacidad de estos varones de negociar decentemente, con damas inteligentes, asuntos de Estado. Frente a estas, se sienten como pez fuera del agua.
También, hay una sacralidad en toda mujer a la que los hombres ruines temen, y por ello temen jugar juegos rudos, como lo es la política, con ellas. Por más farsante y atrevido que sea un traficante de arreglos y manejos políticos, rara vez osará extorsionar a una mujer de Estado. (Ni “en estado”). Posiblemente, por respeto a una imagen sagrada que aún los más degenerados guardan en lo íntimo de su corazón: la de su madre.

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