Mujeres: «No morimos, nos matan»

Mujeres: «No morimos, nos matan»

Madrid. El maltrato noquea y anestesia a las mujeres que lo sufren, pero cuando avanzan en su proceso de recuperación y consiguen reconocerse como víctimas sienten, «ya sin anestesia», un profundo dolor y mucho miedo, explica a Efe la psicóloga Vanesa Céspedes, que nos muestra las fases hacia esa nueva vida.

«Cuando una mujer maltratada pide ayuda, lo que quiere es que pare esa violencia, pero no quiere separarse, vive con la fantasía de que las cosas pueden cambiar», asegura esta experta de los programas de atención a la Mujer de Cruz Roja.

Es el momento de acompañar, de tejer una relación de confianza y de respetar el ritmo que cada maltratada tenga en su camino hacia la recuperación de su identidad y de su autonomía.

PREGUNTA: Se siguen oyendo expresiones como «no lo deja porque no quiere». ¿Qué hay en la mente de la víctima cuando pide ayuda, terror, soledad…?

RESPUESTA: Las mayores barreras en la violencia de género siempre son los estereotipos y los roles de género que tenemos impuestos las mujeres sobre cómo tiene que ser una relación y lo que debemos creer de lo que se denuncia.

Son limitaciones que nos pone la sociedad y la cultura a la hora de denunciar estas situaciones.

Antes la violencia de género era una cuestión de la vida privada y de alguna manera todavía existe ese imaginario de que es algo privado, que ocurre en la pareja y que no debemos meternos, y que si lo denuncia es porque no lo ha sabido resolver. Se culpabiliza a las mujeres y se minimiza.

P: Cuando dan el paso y llegan a Cruz Roja, ¿qué tipo de ayuda piden?

R: Hay mucha diversidad en la reacción de cada víctima, no hay un prototipo, pero muchas de ellas cuando piden ayuda por primera vez lo que quieren es que las dejen de maltratar, no quieren separarse, no quieren una casa o un sueldo, quieren que eso se controle y que la relación siga. Tienen esa fantasía de que las cosas pueden cambiar, no quieren que les pase nada a ellos, no quieren que vayan a prisión o que sean juzgados.

Piden ayuda porque llevan más de ocho años, que es la media de tiempo según los estudios hasta que se pone una denuncia, pero siempre pensando en que esto pare, solo que pare.

P: ¿Cuándo se dan cuenta de la magnitud de la situación que viven?

R: Hay distintas fases: primero tiene que trabajarse la concienciación como víctimas; sin ese paso, sin percibirse como víctima, no podemos avanzar en el apoyo psicosocial en el tratamiento. Es necesario que sean conscientes de que han sido víctimas y de que no son las únicas, que existe ese fenómeno social y que lo están sufriendo como mujeres.

No se da ese paso en una conversación, sino que tienen que darlo ellas, y hay que acompañarlas hacia ese lugar. Llegan anestesiadas, no se ven como víctimas, pero cuando avanzan en ese proceso que han vivido, y ya sin anestesia, tienen muchísimo dolor y muchísimo miedo.

Abren los ojos desde fuera y en ese momento hay un encuentro de emociones muy intenso, de ambivalencia hacia el que ha sido su pareja, con el que han tenido hijos, con el que tenían un futuro. Le quieren porque era su pareja y le tienen miedo a la vez.

P: ¿Cómo se puede ayudar a las víctimas a reorganizar ese cóctel de emociones?

R: Es muy importante establecer un vínculo de confianza con ellas, vienen muchas veces de familias y de entornos en los que no han podido confiar porque las debían haber protegido y no lo han hecho; tenemos que demostrarles continuamente que no vamos a fallarles, que estamos ahí, que respetamos todo lo que quieran hacer.