Me producen gran satisfacción e inspiración estas mujeres al frente de la lucha contra la corrupción.
Me recuerdan aquellas maestras, educadoras, y a otras mujeres que desde el aula y el hogar trataban día a día de rehacer la patria en cada niño, en cada muchacho.
Me recuerdan las Mirabal, tan espiritualmente cercanas a salcendenses y macorisanos. (Doña Dedé, en su tienda de San Francisco, me fiaba historietas y Readers Digest).
Y a aquellas que tuvieron tanta ternura para bordar nuestra bandera, como coraje para hacerse fusilar, empantalonadas para que nadie sintiera pena.
Las amo personalmente. A todas ellas. Siento emoción por doña Milagros ejerciendo el papel de enorme dignidad para el cual le acompañan talento, experiencia y apellido.
Esas mujeres me recuerdan a mi madre que no vacilaba para enfrentar un abuso, sin importar que quien abusaba fuese hombre o fiera. “¡Qué pena que no hubiese sido varón!”, repetía por lo bajo mi abuelo; siempre respetado él por sus iguales. Pero ella nunca lo necesitó.
Recuerdo también a mis tías saliendo “empantalonadas” al camino real, a averiguar cualquier dificultad de sus hermanos, familiares o vecinos. Por ello entendí desde muy temprano que la decisión y el coraje de una mujer, puede superar al de muchos hombres.
Decía un personaje de García Márquez que “un uno tiene que parirse muchas veces a sí mismo”.
De igual manera, la Patria tenemos que rehacerla de nuevo todas las veces que haga falta. Por eso agradezco personalmente a esas mujeres que desde los estrados echan la pelea por los apocados y entumecidos, y por cuantos no hemos tenido la oportunidad o la valentía de dar el paso adelante.
Pienso en Juana Saltitopa echando agua a los cañones de la batalla del 30 de Marzo. Y en todas estas mujeres que desde puestos de dirección o desde cualquier lugar están pujando un parto nuevo, el de una patria libre de corrupción y de pravedad contra los alimentos, la salud y las oportunidades de los pobres.
Aunque todas las historias patrias tienen una “salida de Egipto”, la liberación es una serie de actos y hazañas anteriores, como la de Núñez de Cáceres, o posteriores, como la Restauración.
Pero también la patria nació en los mártires de la tiranía, los del 14 de junio, los de Maimón, Estero Hondo y el 24 de abril; y en cada dominicano caído o sublevado para hacer una patria mejor.
Ni estas ni aquellas heroínas tienen que ser santas impolutas: bástales con su afán de hacer mejor el terruño que Dios les ha dado por hogar.
Este país espera y celebra ansioso y gozoso el advenimiento de Cristo, cuyo plan ha sido que nos renovemos: nacer de nuevo permanentemente.
Para que esta patria se engrandezca, y el 2021 sea un rotundo escarmiento a la corrupción y a la falta de orden e institucionalidad.
Dios bendecirá grandemente a estas mujeres y a sus seres queridos, en Navidad y en todos los años por venir. Ser mejores dominicanos será la mejor manera de honrarlas y agradecerles.