¡Mujeres, prepárense!

¡Mujeres, prepárense!

Muchos hombres se sienten incómodos con el ascenso social de las mujeres. La competencia los atormenta.

Por su parte, muchas mujeres consideran (junto a muchos hombres) que ya está bueno de cambios, que los hombres están molestos, que las mujeres piden demasiado.
Concomitantemente, diversas iglesias promueven ideas y movimientos para detener los cambios sociales a favor de las mujeres.

Y es entendible: las religiones son el último bastión de dominio absolutista de los hombres en el mundo.

La guerra contra las mujeres siempre tiene motivaciones económicas y políticas.
El ascenso de las mujeres en el mundo laboral presenta desafíos a los hombres que, históricamente, ocuparon todas las posiciones de poder.

Si las mujeres ascienden, aspirarán a las primeras posiciones en las empresas y la política.
Además, si las mujeres reducen la cantidad de horas que laboran en el hogar, los hombres tendrán que ayudar a cocinar, lavar, limpiar, cuidar los hijos y los envejecientes.

Para que el sistema de exclusión de las mujeres en el mercado laboral y en la política funcione, las mujeres han tenido que aceptar la subordinación, les guste o no.

El movimiento feminista de la llamada segunda ola que inició a principios de la década de 1960 fue el motor de los cambios que se extendieron por el mundo y facilitaron el ingreso de las mujeres al mercado laboral y a la política, una lucha que sigue en pie.

La contraofensiva actual para frenar el avance de los derechos de las mujeres tiene un ancla teórica (el esencialismo) y otra social (las religiones).

El esencialismo plantea que el sexo de nacimiento determina nuestras características biológicas y culturales, y, por ende, nuestras principales funciones sociales. Se nace hombre, por tanto, se es hombre; se nace mujer, por tanto, se es mujer, y cada cual tiene sus responsabilidades.

Al esencialismo se opusieron diversas teorías que se engloban en el llamado construccionismo social. De diferentes maneras, estas teorías han argumentado que el género se construye socialmente; que no hay determinantes absolutistas biológicos para restringir o subordinar a las mujeres.

Sin duda, las distintas versiones del construccionismo social abrieron la posibilidad de cambios en los roles de género. No se nace mujer, se hace, dijo Simone de Beauvoir; el género es performativo, dijo Judith Butler.

Desde la década de 1980, las fuerzas políticas conservadoras a nivel mundial hacen grandes esfuerzos por promover el esencialismo en las concepciones de género. Incluso rechazan el término “género” porque lo asocian con el construccionismo social que critican.

Fomentan la idea de que la biología (el nacer varón o hembra) determina nuestras funciones sociales, que es lo aceptable por ser lo “natural” y producto de la creación divina.

En distintos países, actualmente, los políticos conservadores, aupados por diversas iglesias, asumen la agenda esencialista, y buscan confundir a la ciudadanía cuestionando o degradando los derechos de las mujeres.

A esto le llaman “ideología de género”, enemiga, según ellos, de la humanidad.
El objetivo conservador en todos lados es claro: contener la lucha por los derechos humanos de las mujeres y de otros grupos tradicionalmente subordinados para que, los de arriba sigan siempre mandando.

¡Mujeres, prepárense a luchar! Ya el presidente de la Cámara de Diputados, en su primer día de gobierno, declaró que someterá un proyecto de Código Penal con el aborto totalmente penalizado, aún en casos de riesgo de vida para la mujer, o de violación e incesto.

Ojo: si se penaliza totalmente el aborto en el Código no se podrá establecer causales legales en una ley.

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