Mujeres campo relatan vidas

Mujeres campo relatan vidas

LLENNIS JIMÉNEZ
San Cristóbal.-
Son mujeres de campo. De  vida dura. Les  llegó el Día Internacional de la Mujer dentro de una inmensa plantación de tomates, maíz, habichuelas y cebollas, ubicada en La Estancia,   Yaguate, San Cristóbal.

Desyerban en medio del sol o la lluvia para obtener una paga de RD$5 por cada saco que llenan o  RD$150 por ajuste, de siete de la mañana a 2:00 de la tarde.

 Este sábado, cuando el mundo conmemora el día de las mujeres, Morena Báez, con apenas 15 años de edad, recoge tomates y arranca las verdolagas que crecen entre los vegetales, con la esperanza de encontrar una  vida que el  campo no le ha proporcionado. Pertenece a  los seis millones de dominicanos sin  seguro médico. Tiene tanta tierra en las uñas  como necesidades. El primer apuro es  procurar que su madre Juanita recobre la salud.

 Cientos de mujeres están en la misma situación. Labora  lunes a sábado en los sembradíos que  contrata la mano de hombres para trabajos similares y para descargar de los caminos el abono de las plantas.

  Desde hace tres semanas, la joven Báez se levanta a las 6:00 de la mañana. Tiene que entrar a la finca una hora después. Esto sucede a raíz de que su hermana Susana, de 25 años y madre de tres hijos, debió dedicarse atender a Juanita, por su delicada enfermedad.

Ensimismada. La muchacha,  de abundantes trenzas y que figura en la gráfica superior derecha, estuvo entregada a sus propios pensamientos a la salida del conuco, pasada las 12:30 de la tarde de ayer, luego de una agotadora jornada. No paraba de intentar limpiar sus uñas, mientras respondía que su desvelo es por salir en busca de un mejor trabajo, sin descartar que sea en una casa de familia. Aún con un primer curso de la primaria, se resiste a envejecer dentro de la tierra que tanto la hace sufrir.

Mucho más, cuando su padre Julio Báez transcurrió su  juventud trabajando en el ya desaparecido ingenio Caei.

Zoom

1- Lo que saca

María Carmona no inicia la cuenta regresiva. Sin embargo, empieza a cargar con el dolor de los 12 años que lleva llenando sacos de tomates en la finca de La Estancia, cuya entrada divisa la condición en que se encuentran sus compañeras de labores. A sus 48 años, al salir de la propiedad que produce los tomates para fabricar salsa, tiene que cocinarles a sus seis hijos. Recolecta tomate y  maíz , o lo  siembra y limpia la tierra. Carmona intenta seguir  siendo  fuerte y volver a su casa en  El Carretón, de Baní, con el interés de abandonar su empleo. Ayer, cargaba una rama de verdolaga para alimentar a sus cerdos, lo único que puede sacar del campo.

2- Ana Cristina

Tiene seis años en la finca. Cuenta que desde que llegó de su país de origen, Haití, no para de trabajar. No  recuerda la causa de la muerte de  dos de sus nueve hijos.

JINETTE RAMÓN

Esencia para no sucumbir

“Me duele todo el cuerpo”, exclamaba Ramón, quien a sus 25 años tiene dos hijos y no aprendió a escribir, ni a leer correctamente. A su lado, una compañera de desventura, dijo, con bastante vehemencia, que su dolor se debe al arduo trabajo en la tierra. Ramón, a mucho pesar paga una habitación de RD$1,000 en la barrida Catalina, en Baní, en su limitada posición económica de madre soltera. Es  otra de las mujeres que de sus  150 pesos diarios, tiene que comprar 30 pesos de comida y destinar 25 pesos al pasaje.

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