No dudo que esté inspirada por las mejores intenciones, ni critico que quiera convertirse por obra y gracia de un decreto del presidente Danilo Medina en la madre protectora de las pobres, indefensas y maltratadas mujeres dominicanas, pero al confundir la gimnasia con la magnesia corre el riesgo de convertir un buen propósito en un lamentable ejercicio de demagogia. Porque olvida la Ministra de la Mujer, la dirigente perredeísta Yanet Camilo, que la Ley de Drogas no hace excepciones ni excluye a las mujeres de su cumplimiento ni de sus sanciones, como tampoco hacen excepciones ni las excluyen los narcotraficantes, que se sentirían complacidos si le facilitan su masiva integración al negocio exonerándolas de caer presas aunque las atrapen con las manos en la masa. Por eso creo que debe explicar un poco mejor su anuncio de que trabajará desde ese ministerio para que ninguna mujer acusada o condenada por delitos de drogas no violentos vaya a la cárcel, sino que se implementen alternativas a la prisión que, por cierto, no mencionó. La funcionaria se muestra convencida, y encontrará mucha gente que esté de acuerdo con ella, de que su encarcelamiento poco o nada contribuye a desmantelar las redes ilegales de drogas debido a que son de inmediato reemplazadas por otras, pero lo mismo puede decirse de la mayoría de los hombres presos por el mismo delito, pues se trata de una industria criminal tan lucrativa que su capacidad de autoregeneración es extraordinaria, y donde nadie es imprescindible mientras haya drogas que vender y consumidores en todo el mundo dispuestos a pagar por ellas. Insisto: me parece encomiable que el Ministerio de la Mujer se proponga reducir la población de mujeres privadas de libertad, pero sin violar la ley, que se supone es igual para todos, mujeres y hombres, ni convirtiendo el mujerismo (hijo bastardo y deforme del feminismo) en una política pública discriminatoria y demagógica.