«Murieron por la boca», como el pez

«Murieron por la boca», como el pez

FIDELIO DESPRADEL
Es claro que el presidente Chávez y la Revolución Bolivariana obtuvieron un nuevo triunfo contra las fuerzas coaligadas de los norteamericanos y los círculos de poder que han dominado Venezuela desde el acuerdo de «Punto Fijo», en los 60s. Después de triunfar en seis procesos electorales consecutivos, el presidente Chávez se sometió, por primera vez en todo el mundo, a un referéndum revocatorio, donde las y los venezolanos, bombardeados por una de las campañas mas sucias habidas en todo el globo, ratificaron al líder de la revolución bolivariana, con el 60% de los votos.

Se trata de «votos duros». Estas elecciones, mas que una ratificación de la llamada «democracia representativa», que tanto le gusta a nuestros políticos y a los dueños de nuestras republicas, constituye un ensayo de democracia participativa directa. Durante meses, para no decir años, Venezuela ha sido el escenario de una participación directa del pueblo en la acción política, en un proceso donde los y las venezolanas, vienen decidiendo, ellos y ellas mismas, qué país quieren y qué programa de gobierno es el que prefieren.

La llamada oposición democrática resulto ser un gran amasijo de políticos tradicionales que no quieren perder sus grotescos privilegios, de empresarios y sindicalistas coaligados por mas de cuarenta años contra Venezuela y su pueblo y de viejos izquierdistas, embobados con el protagonismo que la cúpula empresarial les ha dado para que ejerzan el mas triste y grotesco papel de toda su vida.

A este amasijo humano le paso como al pez, que «murió por su boca». Gritaron y gritaron todo tipo de improperios contra Chávez y su proceso. Usaron sistemáticamente la mentira y el engaño, con una impunidad que asombraba al mundo. Hicieron todo tipo de llamados, incluso el de propugnar públicamente por el magnicidio y la violencia armada para «salvar a Venezuela» del tirano. No se daban cuenta, en su estupidez e impunidad, que estaban «muriendo por su boca»; que había un pueblo que lo estaba observando y que se iba formando, a medida que despotricaban y actuaban impunemente, su propio juicio sobre ellos y sobre las supuestas maldades del tirano que dicen combatir.

En este juego, donde el Presidente Chávez ha demostrado una extraordinaria agudeza política, el chavismo como voluntad espontánea expresada en seis procesos electorales anteriores, se fue convirtiendo en conciencia antioligarquica y antinorteamericana. Y finalmente, la violencia verbal y la utilización de las clases medias como fuerza de choque para llenar Venezuela de ruidos y movilizaciones, terminaron de generar un salto en la conciencia, que hoy los buenos de los norteamericanos quieren empezar a neutralizar, llamando a una «reconciliación» entre el gobierno y la oposición en Venezuela.

De lo que se trata es de un intento de reconciliación entre la «vieja Venezuela» y la Venezuela que se esfuerza por construir el presidente Chávez y la creciente y militante masa de pueblo, que con una conciencia primaria y espontánea, apoya el proceso en marcha en su país. Y no hay ni puede haber reconciliación entre esa vieja sociedad, muy parecida a la nuestra, con sus camarillas políticas, su oligarquía y sus instituciones podridas, y la nueva sociedad, contraria a la política imperial, que el Presidente Chávez y una mayoría del pueblo venezolano se esfuerzan por construir.

En lo que se refiere al Bloque Social de Poder que se viene forjando en Venezuela, y que las elecciones del pasado 15 de agosto reforzó, lo central ahora es «tender puentes» hacia una parte de las llamadas clases medias, incluyendo millares de medianos y pequeños productores industriales, que todavía mantienen una posición contraria a Chávez y al proceso bolivariano. O sea: ¡Nada de reconciliación con la oligarquía venezolana, socia y cómplice umbilical de los norteamericanos! A esa oligarquía hay que aislarla cada vez mas, utilizando, como los contendientes de lucha libre, sus propios disparates y sus propias palabras, para acabar de aislarlos y sacarlos del juego político en Venezuela. Los puentes hay que establecerlos, como política de Estado y de la Revolución Bolivariana, con esa parte de los llamados «ni-ni» (ni con Chávez ni con la oligarquía y los yanquis), que sin tener contradicciones de fondo con el proceso en marcha, se pasaron al campo de la llamada «oposición democrática». Y digo como política de Estado, porque al proceso venezolano le esperan grandes y promisorias batallas en América, y es fundamental que el Bloque Social de Poder se consolide en la Patria de Bolívar, para poder soportar las nuevas embestidas que le tienen reservadas los norteamericanos y sus cómplices venezolanos.

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