Murió ayer el escritor Carlos Lebrón Saviñón

Murió ayer el escritor Carlos Lebrón Saviñón

POR PASTOR VASQUEZ
El poeta Carlos Lebrón Saviñón, uno de los máximos exponentes de la poesía afroantillana, murió en Santo Domingo, a la edad de 80 años.

El «Super rapsoda de la poesía afroantillana», como le decían sus más fieles admiradores, murió a las 10:30 de la noche del sábado en el centro médico SEGMA.

Dramaturgo, periodista, escritor y, sobre todo, gran declamador, Lebrón Saviñón fue aplaudido en media América y parte de Europa por su fina voz y su talento de declamador, en los años románticos de la bohemia poética.

El poeta se alejó solitario, en la dulce soledad que le complacía. Sus restos fueron sepultados en la tarde de ayer por amigos y familiares en el cementerio Cristo Redentor.

A su lado estaba, en las brumas del dolor de la Funeraria Blandino, el poeta Mariano Lebrón Saviñón, su hermano, su amigo y su compañero en los senderos luminosos del arte dominicano.

«Mi hermano para mí era un hombre singular, artista profundamente bueno. Muchas veces daba la impresión de que era de un carácter serio, pero no, vivía siempre en función de servicio. Se muere para mí, no sólo un hermano, sino un gran hombre de la República Dominicana».

La vista del poeta se empaña en un torbellino de amargura cuando habla de los últimos días de soledad del poeta, una soledad que él prefirió para escribir y escribir hasta que le quedara el último hálito de esperanza.

«Sus últimos años lo pasó en agradable soledad. El gozaba con su soledad. Vivía en la Casimiro de Moya, número 54. Todos los días escribía y escribía, a cualquier hora».

«Irradió bondad y fue amigo de todos sus amigos», el poeta llora de nuevo y no parece tener consuelo con el cariño que le muestran sus nietos en esta hora gris.

«Tuvo una adolescencia tumultuosa, porque era muy bohemio y por eso no tuvo una profesión».

Las palabras del poeta parecen conmover a Rosita, la única hermana de los Lebrón Saviñón, quien cuidó al poeta en sus últimos días de tormento.

«Eramos cinco. Los otros han muerto y ahora sólo quedamos Rosita y yo».

Carlos no fue un académico, porque era un rebelde y no tenía temperamento para pasar horas en una aula, cuenta Don Mario.

Como escritor, Carlos Lebrón Saviñón cultivó la poesía, el cuento corto y el ensayo.

Seguidor del poeta cubano Nicolás Guillén y amigo de Alejo Carpentier, Lebrón Saviñón dejó a la posteridad un ensayo sobre el aporte de la cultura Africana, bajo el título «Este Negro Nuestro que Debemos Querer».

«En una nueva edición yo le quitaría algunos capítulos, porque no están a la altura.., pero los demás son excelentes», dice Don Mariano, un hombre de exigente formación intelectual.

«Era buen cuentista, muy buen cuentista, sobre todo del cuento corto. Tenía tres libros de cuento, Kerubin, Qué Importa y Soy Feliz», expresa.

«Fue un apasionado del estudio étnico. Conocía perfectamente la poesía haitiana, y esa preferencia por la poesía negra la cultivó por el éxito que tenía en esa época».

Sobre su inclinación política, Don Mariano narra que el poeta tuvo su época de neutralidad, pero que siempre se inclinó hacia la izquierda por su gran sensibilidad social.

UN ARTISTA COMPLETO

«A mí me gustaba mucho cantar; fue mi primera actividad. Mi nombre se conocía por la radio, a través de habituales programas de aficionados, donde ganaba premios, y también se me buscaba para cantar serenatas. Yo era un muchacho espigado, delgadito; parecía que me iba resquebrajar pasando malas noches, por inexperiencia, y por el prurito de cantarlo todo como si fueran arias operáticas, y perdí la voz con los cambios de la adolescencia».

Estas palabras habían sido narradas para la posteridad por el poeta Lebrón Saviñón, en una entrevista que concediera al periodista Carlos T. Martínez para el libro «Grandes Dominicanos».

«Yo declamaba los poemas de mi padre y los de mi hermano Mariano; una vez Mariano se me acercó con un libro, un tomo titulado Sórongo Cosongo, de un poeta cubano, Nicolás Guillén. Eran poemas de temas negroide. Y él me dijo: Carlos, estudia estos poemas, a ver si te gustan, para que los declame^. Yo me concreté a estudiarlos, y llegué a la conclusión de que esos poemas se adaptaban mucho a mi sensibilidad y a mi espíritu cristiano, porque eran poemas sociales, sangrantes».

ESAS COSAS DIVINAS

Era Don Carlos un poeta excepcional, pero respetaba los misterios de la vida, esos misterios sobre los cuales, confesó, se arrodilló, reverente.

«El día en que puedan resolverse los misterios de la vida, entonces usted puede decir, con propiedad: «No, no existe Dios, todo tiene una razón de ser».

«Mi Dios es un Dios universal que brota desde el hondón de mi alma, porque creer, -hasta el vocablo es ambiguo -es no estar seguro. Usted le pregunta a una persona si va a llover, y cuando le responde `yo creo que sí^, es porque no está seguro; pero dogmáticamente creer  es estar seguro, en su convicción, en su espíritu, en su corazón, de que existe Dios, un ser superior».

FICHA

Don Carlos Lebrón Saviñón nació el nueve de octubre de 1924. Hijo de José Lebrón Morales, español, y Cándida Rosa Saviñón.

Conocido como «El Rapsoda de la Poesía Afroantillana», se dedicó a la etnología y la poesía negroide. En su juventud fue cantante.

Fue director de la Escuela de Arte Escénico de Santo domingo y fue director de Relaciones Públicas de la Secretaría de Educación.

Durante casi tres décadas fue articulista del periódico El Nacional.

Entre sus obras publicadas están «Arbol de Sombras y de Estrellas», «Este Negro Nuestro a quien Debemos Querer», «Nacimientos de Auroras», «Poemas de Mi Mundo Intenso», «Kayyámicos y Su Historia Cultural», «Canto Iluminado», «Canto Iluminado» y «Nacimiento de Auroras», entre otros.

Fue condecorado con la Orden de Duarte Sánchez y Mella, en el grado de Caballero y fue declarado Ciudadano Distinguido de Las Antillas, entre otras condecoraciones.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas