Murió Gregoria Garrido  (Gollita la de Minoco)

Murió Gregoria Garrido  (Gollita la de Minoco)

Una amistad larga ha sido la mía con el doctor en derecho Antonio Soto Ricart. Amistad que él se la transmitió a la española Gregoria Garrido (doña Gollita su esposa). Mi amistad con Minoco ha sido cálida, larga y leal. En los últimos años con el amigo Minoco ha sido con quien, por medio del gran invento de Alexander Graham Bell, más conversaciones he sostenido. Y en verdad, tan asiduas han sido esas peroratas, que constituyen algo habitual. Y ya dicho está que “el hábito es casi una segunda naturaleza”.

Pero ciertamente que llegaron los quebrantos de salud: Los de Gollita, los de Minoco y los míos… y las conversaciones se espaciaron. Pero nunca se extinguieron y yo que le rindo culto al pasado. Muchas veces les recordaba a los buenos amigos y excelentes esposos, la ocasión en que una señora le manifestó a Minoco:

“Soto Ricart, usted que es un abogado de larga experiencia”. Y ahí Minoco le cortó el hilo de la palabra, le interrumpió la conversación, exclamando: “No mi doña, hace tiempo que me alejé de ese oficio. Yo lo que soy es panadero”. Y en puridad de verdad, que para bendecir el pan, los hombres deberían ponerse de rodillas. Y en cualquier idioma, en francés “pein”, en inglés “bred” y en malayo “roti”. Para servirlo en la mesa, los humanos nos deberíamos poner de rodillas.

Y ahora retorno a decir cosas de doña Gollita. Ya dijimos que tenía ella el apellido Garrido. Apellido que en esta tierra lo llevó con valor y entereza, un periodista bravo como el mitológico “León de Nemea” y de principios elevados como el Aconcagua.

Ese ilustre dominicano se llamó Miguel Ángel Garrido. Y fue él autor celebrado del libro ya olvidado. Y cuyo título es “Siluetas”.

Y levantando preces y haciendo galas, no podría olvidar jamás que cuando la lucha brava que se inició el 24 de abril del 1965, épica jornada, de bravías confrontaciones, donde la República Dominicana como el histórico David de las bíblicas narraciones, con dignidad y coraje tuvo que enfrentar al Goliat armipotente, saqueador y abusador.

Cuando eso sucedía, un día inmortal de la casa de doña Gollita salió hacia El Baluarte del Conde el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó. Salió a juramentarse como presidente constitucional de la República Dominicana en Armas. Deber patrio es recordar a ese hombre, que nada le importó que “hackers and smuglers” vinieran a defender a su criolla “pupilería”. Y el 15 de junio de 1965 ocurrió la feroz arremetida de las feroces hordas de Atila y de Alarico. Y la resistencia fue colosal y heroica. Y los sacros manes de los valientes de la independencia y de la restauración se sintieron orgullosos de sus legítimos y auténticos descendientes.

Para soportar en calma y sin miedo, la embestida pirática del 15 de junio de 1965, Gregoria Garrido (Gollita), tuvo la calma y entereza de nuestra Juana Trinidad (La Saltitopa).

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