Muros

Muros

Snayder Santana

Por: Snayder Santana

Muros, los muros y murallas se remontan a las históricas ciudades del viejo mundo. Cuantas epopeyas hemos leído de batallas gloriosas libradas tras los muros, de ciudades que hoy adornan las páginas de los libros, y engalanan las escenas de épicas producciones cinematográficas.

Grandes muros han conocido la humanidad durante siglos, en todas partes del mundo se han levantado. ¿Qué puede ser más famosa que la Muralla China o el emblemático Muro de Berlín? A esta parte del mundo trajeron los muros los españoles, he ahí las ruinas de la vieja ciudad al oeste del rio Ozama, en la costa sur de nuestro país. 500 años después, quedan piedras que aun baña el hermoso mar caribe, en nuestra Ciudad Primada de América, ósea que, nuestra isla fue el primer territorio de nuestro continente en amurallarse tras la llegada de la espada española. Quinientos años después, en medio de la conmemoración del 177 aniversario de habernos liberado por última vez de los muros, volvemos a traer esa vieja palabra para hacerla vagar por el imaginario colectivo.

Mi experiencia personal con los muros me marcó desde muy pequeño, no es igual hablar de un muro que vivir tras uno, algunos pensaran que, en este punto hablaré de algún figurado muro, como la pobreza, la indiferencia, la falta de oportunidades o cosas como esas, no, hablaré de un muro real, material, hecho de piedras y concreto.

Yo nací y viví mis primeros años en un barrio llamado Maquitería, en el sector de Villa Duarte, en lo que es hoy el municipio de Santo Domingo Este, pero para entonces era aún parte de la ciudad capital. Nací en la segunda mitad de la década de los 80s del siglo pasado, justo el año en que nací comenzó la construcción de uno de los monumentos más grandes y costosos de nuestro país, el Faro a Colón, un majestuoso monumento que se erigiera para conmemorar los 500 años  de la colonización y evangelización de América, por increíble que parezca así fue, este terminó de construirse e inaugurarse en octubre de 1992, con la visita del entonces papa juan pablo II.

Sucede que con la construcción de aquel monumento se comenzó a construir también un muro, sí, un enorme muro de piedras y concreto que bordea una gran parte del terreno donde se construyó el Faro a Colón, el citado barrio en el cual nací, se levantó como muchos otros, lleno de pobres, casas de madera y zinc que luego de apoco pasaron a ser de concreto, la idea del entonces presidente de la república Joaquín Balaguer, era que en los alrededores del Faro la vista sea de desarrollo y progreso, para lo cual se construyeron edificios de apartamentos en las avenidas que bordean el monumento, los conocidos edificios del Faro, también el Parque del Este, pero Maquitería se adelantó y llenó de casuchas maltrechas una porción considerable de terreno que para mala suerte del ejecutivo, colinda justo con la cara norte de todo el monumento.

Para salvar lo que entendían como desarrollo y ante la imposibilidad de desalojar a todo un barrio, construyeron lo que conocimos como el muro de la vergüenza, un gran muro con una pequeña verja de hierro en la parte superior, con afiladas puntas y cruces para evitar que fuera escalado. Este muro se extiende por varios kilómetros en la parte norte del parque, donde se encuentra el monumento, luego de levantado el muro, tomaron unos 200 metros al norte del muro y construyeron unas casas de dos niveles estilo clase media, con área verde, parqueos pavimentados, calles pavimentadas, (aunque el barrio para entonces aún, las calles eran de piedras), áreas de juegos, aquello parecía un oasis en el desierto. Luego de aquellas casas entonces se levantó una verja perimetral en barras de hierro que separaba esas casas del resto del barrio, aquello se convirtió como en una zona de amortiguamiento del faro y una frontera de la pobreza.

Para entonces los niños no entendíamos aquello, de noche veíamos brillar las luces del Faro a Colón pero no alcanzábamos a ver aquel deslumbrante monumento por que el muro nos lo impedía. Cuando llovía y los guardias de la marina corrían para no mojarse los jovencitos escalábamos el muro, cruzábamos a ver aquel inmenso monumento, el esplendor, la riqueza material que allí se exhibía a escasos metros de nuestros callejones, quedamos pues aislado de la belleza y condenados tras el muro de la vergüenza, éramos la periferia, éramos eso que queda detrás de cada muro, éramos eso que el desarrollo no quería ver.

Los muros, cuales quiera que sean, cualquiera que sea la justificación que en el momento se esgrima para construirlos por validas que sean, tienen un espectro, tienen unas consecuencias y un impacto que va mucho mas allá de sus piedras o vayas, los muros regularmente marginan o esconden aquello con lo que no podemos o queremos convivir, los muros nos separan y nos dañan emocionalmente y nos marcan de por vida, los muros refuerzan la diferencia de clases, siempre que se levante un muro alguien quedara por fuera, en la periferia.

Perdónenme si no estoy de acuerdo con un muro, pues ya lo he sufrido.

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