Museo de resistentes

Museo de resistentes

Todos los años, al aproximarse el aniversario del ajusticiamiento de Trujillo, muchos dominicanos “orean” sus recuerdos dolorosos de la tiranía; algunos aprovechan la fecha para “drenar” vieja pasiones políticas. Con frecuencia se oye decir: “aquí hace falta un Trujillo”. No siempre se trata de ancianos trujillistas, nostálgicos de la “Era” de “El benefactor”; a menudo son personas inconformes con el ambiente de desorden que reina en las calles, con el incremento de la delincuencia y la impunidad. Entre la libertad y el orden, prefiera el orden; creen que la falta de orden acaba con la libertad y el bienestar.

El miedo a la libertad incluye el miedo a la pérdida de los bienes, de la tranquilidad psíquica y de la “seguridad” económica. En el origen de todas las dictaduras podremos encontrar esa disyuntiva entre la libertad y el orden. El hombre sacrifica una porción de su libertad para obtener algún trozo de seguridad; no nos damos cuenta de que la “seguridad” suele aumentar paso a paso dificultosamente, mientras que la libertad puede desaparecer, íntegramente, de un manotazo. Las libertades públicas son varias: libertad de cultos, libertad de asociación con fines pacíficos, libertad de empresa, libertad de expresión y difusión del pensamiento.

Las libertades –en plural– son como los dedos de las manos. ¿Podemos suprimir un dedo, o dos, o tres, sin que la mano deje de ser mano? ¿Sin que se vaya a pique la libertad completa? El museo memorial de la resistencia cumple un papel de pedagogía social de enorme importancia para los dominicanos. Los gobiernos de fuerza paralizan el desarrollo político-social; y además, envilecen las sociedades. Desde 1930, varias generaciones de dominicanos sacrificaron la libertad en beneficio del orden.

Los hijos de esos hombres pagaron con torturas y vejámenes las decisiones, “acomodamientos”, o complicidades, de sus propios padres. Al leer “La fiesta del chivo”, de Mario Vargas Llosa, los lectores extranjeros piensan que “nunca hubo resistencia” al despotismo de Trujillo. Ningún novelista debe “presentar” una sociedad unilateralmente. Al lado de las debilidades de los aduladores de ese régimen político, hubo hombres decentes, abnegados, de gran entereza, cuyos hechos no son conocidos por el gran público. Corregir omisiones es tarea de los museos.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas