Museo infantil Trampolín

Museo infantil Trampolín

En días pasados, después de una pertinaz insistencia de mi hija mayor para que la llevase debido a mi total renuencia, fuimos a visitar el museo infantil «Trampolín», el cual (y ese era el motivo de mi negativa), me resistía a ir después del salvaje cercenamiento de que fue objeto La Casa Rodrigo de Bastidas en su patio interior, en donde como ustedes saben, amables lectores, desapareció uno de los lugares más emblemáticos de la Ciudad Primada de América, con unos bellos y frondosos árboles centenarios que lejos de ser un estorbo, era lugar de solaz esparcimiento de artistas, intelectuales y turistas, y que hoy, debido a la moda depredadora de construir a base de palmitas y grama, aquello quedó como un anémico campo de golf en miniatura.

Pero no voy a hablar en este artículo del patio interior de la Casa de Bastidas, porque he escrito bastante al respecto conjuntamente con otras firmas mucho más autorizadas que la mía, sino del museo en sí, el cual si bien me parece que la idea es bastante novedosa en el país de realizar una especie de parque temático, no es menos cierto de que en el lugar en donde está el presente museo no se presta para nada en una exhibición de ese tenor, amén de encontrar yo y algunas personas que lo hemos visitado, de que adolece de varios defectos que a continuación voy a enumerar.

Lo primero es, y esa ha sido la idea de su fundadora, la primera dama de la República, doña Rosa Gómez de Mejía, de que este museo que supuestamente se hizo para que el niño dominicano lo visitara, tiene un precio muy oneroso, es decir, no todo niño (y la mayoría de los niños dominicanos son pobres) puede pagar el importe de la entrada de cincuenta pesos (los adultos pagan cien).

Lo segundo es que si bien los temas están bien explicados (sobre todo en pantalla de video), la museografía, por estar compelida en un espacio tan estrecho como de hecho lo son los espacios de la antigua Casa de Bastidas, no se pueden apreciar bien los diversos objetos expuestos y los dioramas, en donde uno se da casi en la nariz con los dinosauros, implementos tecnológicos y demás.

Tercero, hay un abuso casi continuo en el empleo de fotografía digital en gran formato, lo que lo hace parecer vallas publicitarias en vez de las ambientaciones artísticamente bien ejecutadas, hechas a mano por especialistas, lo cual es lo que más se usa en el mundo para recrear espacios naturales, lo que le resta verosimilitud y belleza a este museo.

Cuarto, al ser tan limitados los espacios, la exposición también lo es, lo que lleva consigo de que en el futuro haya que agregarle más espacios, lo que acarrearía el inconveniente de que haya que construirle más salas, obligando a desnaturalizar aún más el diseño original del edificio histórico.

Pero lo que más choca en dicho museo es la sala de parques nacionales, en donde se nos habla de nuestros recursos, de la flora y fauna autóctonos y que como saben, están a punto de desaparecer por un proyecto de ley que tarde temprano se aprobará, a lo que yo, a una simple pregunta formulada a los guías que nos lo explican los temas del museo: «Y después que se apruebe el proyecto de ley )qué?», a lo que me respondió divertidamente uno de ellos: «Pondremos aquí una foto del presidente».

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