Música del recuerdo

Música del recuerdo

EDGAR REYES TEJEDA
Siempre he percibido los domingos como días mortalmente aburridos; sobre todo a la hora del crepúsculo me invade una sensación de hastío, la cual me mortifica como un padecimiento casi físico.

Sospecho que para exorcizar la honda mortificación del aburrimiento, los programadores de radio inventaron dedicar el domingo a la prolongada difusión de música vieja, como forma infalible de suplantar el hastío por la nostalgia.

En efecto, ¡qué intensa y profundamente nos pega la nostalgia!, más que en cualquier otro momento, los domingos al atardecer. Con qué saña y con qué deleite nos lastima el alma envolviendo su dulce aguijón en la cadencia de un bolero de Toña la Negra o Roberto Ledesma; cómo nos embriaga su amarga lírica agazapada en un tango del eterno Gardel o nos hace bailar con el contradictoriamente alegre y triste son de los Matamoros.

Los domingos la radio local se convierte en una fuente sonora de ese sentimiento agridulce que es la nostalgia, esa sustancia emocional en que se mezcla el júbilo y la melancolía, pues las canciones del recuerdo, no sólo nos despierta las evocaciones propias, el temblor y la temperatura de una mano cuyo roce nos estremecía  cuando éramos adolescentes, el perfume de unos cabellos a los que amábamos; sino que nos sumergen en unos recuerdos que no nos pertenecen, en los de la tía abuela que canturreaba “Solamente una vez” mientras recuerda una pasión juvenil, o los de un tío ya canoso que tras tararear una ranchera, nos cuenta que esa misma la oyó interpretada por el propio Miguel Acebes Mejía en la semana aniversaria de La Voz Dominicana. 

Por eso me parece mágico y entrañable el ritual de escuchar cualquiera de los tantos programas de canciones viejas que la radio emite los domingos. Ritual que se incrementa e intensifica, si se cumple en compañía de alguien de veinte o treinta años mayor y que nos ofrece con voz teñida de emociones diversas datos, anécdotas y opiniones acerca de tal o cual intérprete o en torno a esta o aquella canción.

Estos datos y anécdotas pueden estar referidos a la vida o a la carrera de una melodía o un cantante determinado, o a la historia personal o la época de quien la cuenta, lo cual hace que cada canción, cada letra y cada interpretación cobren un sentido cercano y especial para quienes la oyen, convirtiéndose así la experiencia, además de un disfrute estético en un enriquecedor intercambio intergeneracional.

Por todo lo dicho celebro y aplaudo la nostálgica programación musical cuya evocadora sonoridad nos libra del terrible aburrimiento, el más insoportable de los estados de ánimo.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas