Música, maestro

Música, maestro

El mensaje erótico y la ironía fina han estado siempre presentes en la música dominicana.

Producciones de merengues, boleros o bachatas cargadas de lascivia han encontrado difusión pública desde la aparición en nuestro medio de los equipos sonoros –la vitrola y la vellonera– hasta la llegada de la radio y la televisión.

La excelsa periodista y amiga Angela Peña compiló hace unos años parte de esas creaciones musicales de “doble sentido”. Un excelente trabajo.

A leer “entre líneas”, o entre estrofas, nos acostumbraron los regímenes autoritarios y despóticos que hemos padecido desde la conquista de la Independencia.

La música que, al decir de muchos “todos llevamos por dentro”, ha sido válvula de escape a las presiones sociales, a frustraciones, sentimientos o desesperanzas.

“El jarro pichao” es un símbolo en la música erótica, como aquella composición que alude a las andanzas del “cura de Mao”.

Johnny Ventura, un ícono nacional del merengue sabroso, nos legó su “Ahora me llaman Chú”, pegajosa composición que muchos disfrutan sin rubor alguno.

El moralista a ultranza encontró en merengues y bachatas eróticas una respuesta a su rigidez facial.

Es que la música es expresión del alma, canal para el desborde de las pasiones y vía expedita para el goce del espíritu.

Se argumenta que una persona que no escucha música, no ha vivido.

Alberto de Jesús, el paradigmático personaje del merengue de “El caballo” Ventura, nos sirve de cómplice para mover la cintura y hasta ayuda a “sepultar” por un momento el fementido moralismo.

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