Música urbana (de la calle), ‘teteos’ y agresión sonora

Música urbana (de la calle), ‘teteos’ y agresión sonora

Por: Roberto Fernández De Castro T.

La música urbana (reguetón, trap, rap, hip-hop y dembow) no puede ser considerada como una forma de agresión sonora, pero puede convertirse en ella dependiendo de su contenido lírico, de su volumen acústico, repetición, ritmo y del contexto sociocultural y psicológico del escucha, porque pueden producir efectos adversos cuando se consumen de forma excesiva y sin regulación en volumen y contenido.

La agresión sonora se refiere a los altos niveles de volumen a los patrones rítmicos repetitivos, intensos y sin variación melódica, al contenido lírico violento, sexualizado o enajenante y a la percepción subjetiva de incomodidad o irritación (1).

Las bases rítmicas de la música de la calle a menudo utilizan bases rítmicas pesadas, repetitivas, con bajos profundos y pocos elementos armónicos que pueden fatigar el sistema nervioso central, estimular el centro del miedo y la agresión, aumentar la presión arterial en ambientes de alta exposición sonora (“teteos”, discotecas, bocinas en barrios y calles) (2). Estos efectos no provienen de la música en sí, sino del uso descontrolado del volumen, de la exposición continua y del entorno. Incluso la música clásica, el Jazz, la música instrumental y la música vocal de contenido positivo pueden perder sus efectos de estimulación parasimpática (relajación, vasodilatación y reducción del estrés), cuando se escuchan a altos niveles de sonido por encima de los 85 dB, y convertirse en una forma de agresión sonora (3).

Algunos subgéneros urbanos como el trap y rap pueden contener letras violentas, con narrativas de odio, venganzas, lenguaje obsceno, criminalidad o de dominio sexual que, pueden actuar como estimulantes de agresividad en jóvenes, especialmente cuando se escuchan sin mediación crítica, porque pueden reforzar modelos violentos y marginales. Sin embargo, no todo el trap, rap, reguetón o hip hop es violento, hay artistas urbanos que hablan de temas sociales (Calle 13), que transmiten mensajes sociales, poéticos o espirituales, y cuyo impacto es positivamente modulador. Por tanto, es necesario, promover la alfabetización musical crítica, fomentar la producción y difusión de la música que contribuya a mejorar la salud emocional, la identidad y la convivencia pacífica.

En la República Dominicana, el término “teteo” representa una manifestación cultural urbana propia de barrios marginados, aunque nace como espacio de socialización y expresión juvenil, su desarrollo y popularización no regulada ha generado problemas de salud pública, de seguridad ciudadana y de cohesión social, por el uso excesivo de sonido estridente, el consumo problemático de alcohol y de sustancias psicoactivas y por la ocupación inadecuada de espacios públicos.

Los “teteos” son reuniones informales de adolescentes y adultos jóvenes, generalmente nocturnas, realizadas en espacios públicos o privados, donde se escucha música urbana a alto volumen (dembow, rap, reguetón, etc.), acompañados de consumo aceptado de alcohol, cigarrillos, hookah y, en ocasiones, de sustancias psicoactivas. Se desarrollan en espacios públicos marginales como calles, callejones, parques y esquinas de barrios vulnerables. Generalmente se realizan en horarios nocturnos hasta las madrugadas, sin regulación ni control policial efectivo, dado que se consideran actividades comunitarias.

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Los “teteos” pueden producir degradación de los espacios públicos, incrementar la violencia interpersonal, riñas y actos delictivos, aumentando los conflictos vecinales recurrentes, normalizando conductas ilícitas (venta de drogas, riñas y consumo de alcohol por menores), generar sensación de inseguridad, alteraciones del sueño en el vecindario y un riesgo muy elevado de accidentes de tránsito, especialmente por conducción bajos los efectos del alcohol (4).

En un contexto social, los “teteos” son también una expresión de: resistencia cultural frente a contextos de marginación, y exclusión social y económica, así como una respuesta a la falta de espacios recreativos sanos y a la necesidad de identidad y pertenencia juvenil. La represión policial y militar sin ofertas educativas, culturales, deportivas, económicas y sanitarias, solo agrava la desconfianza social, fomenta el resentimiento y traslada el problema a otros espacios (5).

La solución no está en criminalizar la cultura urbana, sino en encauzarlas hacia formas saludables, creativas y productivas, integrando a los ministerios de Educación, Cultura, Salud Pública, Trabajo y Deportes, así como a otros estamentos del Estado como las iglesias, universidades, clubes deportivos, Infotep, entre otros, creando espacios educativos, deportivos, culturales, recreativos y sociales seguros, bajo la vigilancia y dirección de los líderes comunitarios.

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