La música urbana es un fenómeno cultural. Te puede gustar o no; sin embargo, es una realidad, un hecho latente: cientos de miles de jóvenes y no tan jóvenes la escuchan, bailan y disfrutan.
Hay varios géneros en el movimiento urbano: reggaeton, rap, trap, hip hop, denbow.
Este movimiento musical, en especial, el género del dembow se ha convertido, por su sello particular, único y contagioso, en un pilar que define comportamientos de nuestra juventud a todos los niveles de la sociedad: configura el vocabulario y la forma de hablar, influye en la manera de ver y entender la vida, establece o define los valores, promueve una nueva subjetividad y códigos sociales.
Mucha gente se alarma, aborrece y no soporta ni al dembow ni a sus principales exponentes. Hay razones concretas: las constantes palabras obscenas en sus letras, la promoción de la violencia, las alusiones a las drogas y la sexualización de la mujer. No faltan quienes califican al dembow como pura “basura”, “una música vulgar” que no aporta nada.
Asimismo, mucha gente, ha adoptado el dembow como su código común a través del cual pueden expresar su concepción de la vida. Es una música que busca comunicar sin filtro, que se presenta irreverente, que configura la cotidianidad de la vida de los barrios: sus dramas, sueños, carencias, vicisitudes, desigualdades, alegrías, necesidades, indignación, rabia, impotencia. Por eso, muchos se ven reflejados en las líricas, los movimientos sensuales y el ritmo de esta música.
Ciertamente, la música urbana y el dembow, de manera especial, constituyen un reto fascinante para la escuela. Miles de nuestras muchachas y muchachos son más impactados por lo que aprenden de las letras de las canciones de un denbow de Rochy RD, Kiko El Crazy, Tokischa que de lo que aprenden en las aulas. Así las cosas.
En ese tenor, la escuela debe ponerse a la altura de las circunstancias. No quedarse rezagada. Las maestras y maestros tenemos la responsabilidad de entender el fenómeno social y cultural que representa la música urbana. No es suficiente sorprendernos cuando escuchamos a nuestras alumnas y alumnos cantando un dembow o cuando comentan lo que hicieron en el último teteo. El estudiantado trae una serie de experiencias y conocimientos previos a la escuela entre los que está la música urbana y de forma particular, el dembow. Para construir nuevos aprendizajes significativos y de calidad no es posible obviar esta realidad. La escuela no puede vivir de espalda al entorno ni al contexto social en que desarrolla su actividad educativa.
Entre los educadores hay consenso de la relevancia de la correlación entre escuela y sociedad. En ese sentido, las maestras y maestros debemos convertirnos en conocedores del movimiento urbano; no en inquisidores. Conocedores del movimiento urbano, aunque sea mínimamente, en aras de desarrollar nuestra labor como docentes de manera más efectiva.
La música urbana, en especial, el denbow es una realidad y la escuela no puede obviar un reto tan fascinante.