Musical ambrosía celestial

Musical ambrosía celestial

Desde mi más tierna infancia, y en mi condición de melómano integral, disfruto del sonido de todos los instrumentos musicales, pero el piano es mi favorito.

Debido a esa circunstancia esperé con ansiedad el concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional del pasado miércoles en la Sala Eduardo Brito, del Teatro Nacional.

La parte central de ese evento era la interpretación del Concierto en La menor del compositor noruego Edward Grieg, interpretado por el joven y laureado pianista chino Peng Peng Gong, con la batuta del maestro dominicano Caonex Peguero Camilo.

Escuché esa obra por vez primera en años de adolescencia, experimentando un gozo indescriptible con la admirable combinación de sus temas.

El auditivo deleite me condujo desde la librera orfandad de mi hogar humilde a la biblioteca pública de la calle Padre Billini, para buscar datos sobre el autor escandinavo.

Lo único que albergaba mi mente acerca de la patria de Grieg era la descripción de un escritor latinoamericano, que la pintó “abundante de nieves, coloreada de auroras boreales, y vestida de huracanes”.

En mi sensibilidad incipiente de aficionado de la buena música percibía una aparente contradicción entre aquella atmósfera gélida y neblinosa de Noruega, y la calidez emotiva de aquella creación artística de uno de sus amorosos hijos.

Grieg amó intensamente su país, en lo que influyó su vinculación afectiva con sus connacionales el virtuoso violinista Ole Bull, y el músico cultor del folklor de su tierra, Rikard Nordraak.

    Algunos críticos musicales han infravalorado el talento inmenso del artista noruego, porque pareció incapaz de afrontar obras de largo aliento, dedicándose  mayormente a componer piezas cortas, algunas extraídas de la música popular de su patria.

El concierto pianístico es la única composición que requirió esfuerzos denodados y numerosas revisiones y cambios de su autor, y quizás por ello la inmarcesible belleza de sus partes.

La jornada musical del pasado miércoles incluyó la obertura de la ópera Colas Breugnon, de Dimitri Kabalevsky, y la suite Háry János, de Zoltan Kodály.

Como resultado del magnífico programa los asistentes tuvimos una visión anticipada de la gloria.

 

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