DIÓGENES CÉSPEDES
En el fascículo incluido en el disco compacto doble titulado Red & Green, del más grande artista popular maliense, Alí Farka Toure, el inglés Andy Kershaw, de la BBC 3, de Londres, cuenta cómo encontró hacia 1986 en una tienda de discos del barrio de Barbés, de París, el primer disco de pasta grabado en 1984 por el cantante.
¿Cuál era, en ese año 86, la situación de la música africana, según Kershaw? La música que predominaba era «la zaireña, en discos de 33 rpm. En esta época, el sucu estaba en vía de convertirse en la música pop dominante en el conjunto regional del África y amenazaba con eliminar numerosas variedades regionales. Pero encontré igualmente un poco de música de África occidental. El fenómeno «Soro», de Salif Feita, se había desencadenado ya a través de las emisiones de Kershaw y Peel en Radio 1. Apilé en el mostrador una gran cantidad de discos de cantantes malienses, guineanos y senegaleses que no había escuchado nunca».
Al regreso a Londres nuestro hombre se puso a escuchar el material que compró y quedó completamente sobrecogido al escuchar «La droga», el primer surco del disco de Toure y desde ese día emprendió una carrera alocada por África hasta encontrar al cantante en su aldea, Niafunké, al norte del Sahara, de la cual no salió nunca hasta su muerte en 2007. Solamente lo hizo en contadas ocasiones para realizar actuaciones en el extranjero o en su propio país. Quizá la foto del fascículo de Red explique la razón de su amor a la aldea, el cual no era otro que el amor y el compromiso de mantener a una familia numerosa cuyas figuras ausentes parecen ser los padres.
Kershaw llegó a plantearse si Alí Farka Toure no era, por el modo de tocar su guitarra acústica, el eslabón perdido entre la música africana y los blues inventados por los esclavos africanos que fueron llevados a los Estados Unidos, principalmente a los estados algodoneros del Sur. Poco después se dio cuento de que el joven Toure tenía más de sesenta casetes con las interpretaciones de los más grandes músicos de blues, jazz y música pop norteamericana.
Pero lo que se impuso de inmediato fue la conexión profunda entre ambas músicas, ya que la guitarra acústica de Toure no suena como las guitarras de los grandes intérpretes norteamericanos, sino que tiene un ritmo propio de la cultura de Malí y todavía más interesante, impregnada del ritmo vocal del gran intérprete africano. Si a ese ritmo se le agrega el que tienen las canciones compuestas por el propio Toure, se impone lo cultural y lo histórico de Malí como reino, imperio o como república hoy día, con más de 1.248.574 kilómetros cuadrados y una población de casi 12 millones de almas, que habla más de 20 idiomas locales y tiene frontera con Argelia, Níger, Burkina Faso, Costa de Marfil, Guinea, Senegal y Mauritania. De lo cual hablé en el primer artículo.
Ya se apercibe el lector del gran contacto geográfico, lingüístico, histórico y cultural que rodea a los malienses, obligados a hablar francés debido a una colonización que lo impuso como idioma administrativo y otros idiomas locales que resultan de las divisiones geográficas anteriores a la conquista europea.
Alí Farka Toure es, como precursor, el más grande músico y cantante popular maliense, el que más influencia ha tenido tanto en su país como en el extranjero, aunque a su muerte se yergue ya la figura de Toumani Diabaté y su kora, quien colaboró con Toure el disco titulado «In the Heart of the Moon» (2005), una obra maestra de la música popular maliense.
A los lectores que deseen entrar en comunicación con estos músicos o adquirir sus discos, el sitio es en Internet, con el buscador de Google, worldcircuit.co.uk o en su defecto, ali farka toure.
Los títulos de los discos más importantes e impactantes de Alí Farka Toure son los dos arriba mencionados. Luego les siguen «Alí Farka Toure (1988); «Green» (1988); «The Source» (1992); «Radio Malí» (1996); «Niafunké» (1999); y «Savane» (2006).
La influencia de la obra discográfica de Alí Farka Toure no hará más que aumentar con el correr de los años.