Mutación del trujillismo

Mutación del trujillismo

Desde mediados del siglo XX, el término trujillismo ha sido adoptado por la mayoría de los dominicanos como elemento insultante para gobiernos y personas con determinado tipo de comportamiento. Propongo que busquemos una definición clara del término de manera que, en lo adelante, nos podamos entender cuando lo utilicemos.

Trujillismo conlleva desprecio por la Constitución y las leyes, enriquecimiento ilícito, violación de los derechos humanos, estado de negación ante las críticas, represión permanente, ausencia de la libertad de expresión, desprecio por la salud y la educación del pueblo, impunidad para delincuentes afectos al régimen y “Trujillo siempre”.

Sólo que, si elaboramos una definición precisa, vamos a tener problemas semánticos que afectarán a muchos de aquellos gobernantes que ha tenido el país desde que se ajustició el tirano en 1961. Esto así porque casi todos los administradores del Estado dominicano que hemos tenido en este medio siglo se han manifestado como continuadores de las normas de comportamiento del trujillismo.

A la muerte de Trujillo quien presidía el gobierno dominicano era Joaquín Balaguer, designado como Presidente títere a raíz de las sanciones que le impuso la Organización de Estados Americanos a la dictadura dominicana en 1960. Con Balaguer, dado a la fuga en 1962, vendría Rafael Bonnelly a gobernar el país a través de un Consejo de Estado. ¿Y quién era Bonnelly sino un Ministro y Embajador de la tiranía que competía con Balaguer por ganarse la gracia del tirano? ¿Cambió la forma de gobierno? ¿Castigó a alguno de los militares y civiles que torturaron y cometieron crímenes? Por supuesto que no. Eran aquellos los primeros años de la guerra fría y el imperio protegía militares a los que no les temblara el pulso para “luchar contra el comunismo” a través del crimen y la corrupción.

La victoria democrática de Juan Bosch, lograda con el apoyo pasivo de los trujillistas, sería entonces un oasis que no se prestó a las trapacerías de la guerra fría. Y por eso lo derrocaron a los siete meses de haberse juramentado. Entonces, asumirían la administración del Estado los empresarios que fueron socios de Trujillo y que, muerto éste, tratarían de apoderarse de los monopolios establecidos.

Por excesos en la corrupción, los crímenes políticos y la impunidad predominante, el pueblo se levantó en 1965. Los guardias corruptos y los empresarios devenidos en antitrujillistas huyeron con el rabo entre las piernas. Los salvó momentáneamente la masiva invasión de Estados Unidos. Con los invasores, los militares dominicanos descubrieron que los violentos métodos de la guerra fría eran los mismos que ellos practicaban en el trujillismo.

Después vendría Balaguer, de la mano del Comité 303 de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos, a reafirmar el trujillismo que los invasores habían protegido. Y quedó Balaguer como herencia de la invasión militar yanqui de 1965 al igual que Trujillo fue heredado de otra invasión militar que pareció terminar en 1924. “Lo que diga Balaguer” fue norma de gobierno.

Dos administraciones del Partido Revolucionario Dominicano, supuestamente democráticas, continuaron con los despojos del erario y se anotaron, en 1984, la matanza de una cantidad de inocentes nunca cuantificados. Eso los colocó junto a Trujillo como promotores de genocidios en nuestra historia. Producto de las anarquías tradicionales del PRD, volvió el trujillismo con “Lo que diga Balaguer”. En diez años se le agotó el modelo al déspota y, con ojo profesional seleccionó al sucesor ideal: Leonel Fernández, quien necesitaría una derrota electoral para aprender el método heredado.

Luego de muchas patas metidas a granel por el gobierno de Hipólito Mejía, Leonel Fernández volvió a gobernar con el método trujillista-balaguerista ya aprendido. Hoy se mantiene cumpliendo con las características que, al principio, decíamos podían aplicarse al trujillismo: desprecio por la Constitución y las leyes, enriquecimiento ilícito, violación permanente de derechos humanos, estado de negación ante las críticas, represión permanente, impunidad para los delincuentes afectos al régimen, desprecio por la salud y la educación del pueblo y “Leonel Siempre”.

En resumen, el trujillismo nunca se ha ido de nuestro lado. Apenas ha mutado, lo cual queda confirmado con la despreciable sumisión de 26 turiferarios de Leonel Fernández que posan como Senadores de la República.

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