Mutilación genital masculina

<p>Mutilación genital masculina</p>

SERGIO SARITA VALDEZ
La humanidad presenta variedades culturales en distintos lugares del globo terráqueo, en donde se ven ciertas prácticas sociales que son consideradas normales en un sitio, en tanto que en otro confín son ética y moralmente rechazadas.

Tal es el caso de las ablaciones de genitales externos, especialmente del clítoris, que en la región subsahariana de África (este africano) Egipto, Sudan y la Península Arábica, son consideradas normales. Se dice que el 95% de las mujeres egipcias y de Tanzania han sido sometidas a una amputación del órgano eréctil femenino. Costumbres tribales y religiosas han servido de soporte a este tipo de práctica inaceptable en el mundo occidental.

Una noticia que habría de ocupar los principales titulares de los periódicos en el mundo lo fue el anuncio de un hecho trágico acaecido la noche del 23 de junio de 1993 cuando Lorena Bobbitt utilizó un cuchillo de cocina para cortarle el pene a su esposo John mientras éste dormía plácidamente en su cama. Los abogados de la acusada lograron el retiro en los tribunales de los cargos criminales contra la dama, bajo el argumento de que al momento de realizar la cruel mutilación fálica, la señora no estaba en sus cabales mentales.

Trece años después de la amputación llevada a cabo por Lorena Leonor Gallo de Bobbitt, natural de Ecuador y residente en Virginia, Estados Unidos, otra mujer, esta vez dominicana de 53 años, oriunda de Licey Al Medio, Santiago, mataría de un balazo en la cabeza a su concubino, procediendo luego a amputar el tercio distal del miembro viril, colocando la pieza cortada dentro de la boca del cadáver.

Este hecho delictivo marca un hito en la historia del crimen en la República Dominicana. En nuestra práctica forense nacional no se había registrado caso semejante en la amplia casuista que poseemos. Si bien es cierto que tenemos en archivo casos de mutilaciones genitales masculinas, las mismas han sido llevadas a cabo por hombres. En ocasiones se trata de expresiones de la violencia homosexual, mientras que en un reducido número las victimas han sucumbido a causa de los celos.

La gran difusión de la información acerca de este sangriento y abominable acto mueve a preocupación ya que se corre el riesgo de que, a través de los medios de comunicación, se induzca, sin intenciones aviesas, un comportamiento similar en mujeres vulnerables que vivan condiciones sociales y emocionales semejantes a las que llevaron a estas dos féminas latinoamericanas a ensañarse con tanta ira en contra del simbólico falo de su contraparte.

Evidentemente que bajo condiciones emocionales normales no es posible que una esposa o amante asesine de un tiro en la cabeza a su compañero y que, no conforme con quitarle la vida a su Romeo, se decida también por despojarlo de su órgano reproductor, completando la macabra acción mediante la introducción de la inerte pieza incidida, cual si se tratara de un tabaco apagado, en la cavidad oral del fenecido. De ahí que, por la naturaleza del hecho, se derive que esta pobre mujer no podía estar en sus cabales al momento de la mortal agresión.

No sabemos los precedentes de las relaciones maritales de esta infortunada pareja, sin embargo, hemos de imaginarnos que hay un considerable número de cónyuges que en cierta etapa critica en las relaciones amorosas han sentido la tentación de fulminar, cortar o desaparecer al órgano central que cual droga adictiva les mantiene obsesiva y obligadamente apareados. Son esos los individuos que pueden convertirse en potenciales victimas de un corte peniano sorpresivo e inadvertido y quizás hasta fatal.

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