México 
El nuevo Presidente tendrá que hacer su trabajo en un país profundamente dividido

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POR ADAM THOMSON
Si una imagen resumen el tipo de problemas que pudiera enfrentar Felipe Calderón cuando en su periodo de seis años como presidente de México, es la imagen de empujones que tuvo lugar poco antes del almuerzo el martes pasado en la Cámara Baja del Congreso

Preocupados porque un pequeño grupo de congresistas intentaran ocupar el piso de la Cámara para echar a perder la ceremonia de juramento, los miembros del centro-derechista Partido de Acción Nacional (PAN) de Calderón ocuparon la escena. Los choques que siguieron tuvieron todo los contenidos de una riña en un campo de juego: puñetazos, tirada de las corbatas y dosis más que generosas de insultos.

Desde la mañana del jueves, miembros del PAN y el izquierdista Partido de Revolución Democrática (PRD) se mantuvieron acampados en al piso de la Cámara, cada bando negándose a abandonar sus posiciones hasta que el otro hiciera lo mismo. Con congresistas, al parecer, preparados para la larga campaña -algunos se cepillaban los dientes con el dedo índice- los comentarios sobre no despejar el sitio para la ceremonia de juramento se mantenían fuertes.

Es en medio de esta tensa atmósfera de enfrentamiento político que el presidente Calderón, de 44 años, tecnócrata con entrenamiento en Harvard comienza la labor de hacer de México un país más rico y más competitivo. Y si hay algo en lo que concuerdan los analistas políticos y los economistas es que Calderón tiene el plan de trabajo diseñado. Para empezar, dicen ellos, Calderón tiene que hacer lo que Vicente Fox, el presidente saliente y miembro del PAN no hizo. La lista es larga, pero se centra en gran medida en impulsar las reformas estructurales en el sector de la energía, protegido y dominado por el Estado; reconstruir las rígidas leyes laborales y modernizar el régimen fiscal de México, que deja al gobierno federal dependiente de los ingresos de PEMEX, la compañía petrolera estatal.

“La palabra más importante común a las reformas es `flexibilidad´”, dice Jonathan Heath, jefe económico de HSBC, en Ciudad de México. “México está perdiendo competitividad y la economía no tiene flexibilidad para adaptarse al mundo global”.

Muchos economistas alegan que la falta de reformas estructurales es en gran medida responsable por el decepcionante crecimiento del país. Cuando Fox asumió el cargo en el 200, dijo triunfalmente a la población que el crecimiento anual promediaría 7%: desde entonces, apenas ha promediado 2%.

Las consecuencias del bajo crecimiento están expuestas por todo México. En Chalco, un suburbio gris de Ciudad de México, los residentes se quejan de que haya poca o ninguna agua corriente en sus hogares. Afuera, grupos de jóvenes desempleados con pobres entrenadores y gorras de béisbol desgastadas deambulan por las esquinas pateando el polvo.

En el campo, la pobreza que afecta cerca de la mitad de la población de 106 millones, suele ser peor. En los pueblos y aldeas pequeños dispersas por el montañosa estado de Oaxaca, el empobrecido sur de México, los padres con las manos llenas de callos dicen que no pueden permitirse mantener a sus hijos en las escuelas. Las madres se desesperan anta la escasez de instalaciones médicas.

Denise Dresser, una analista política de Ciudad de México, está de acuerdo en que es importante destapar estos cuellos de botella. Pero dice también que los problemas de México parten del pequeño grupo de negocios que dominan sectores vitales como las telecomunicaciones, banca, transporte y televisión, que mantienen los precios altos y limitada la competencia .

En una entrevista reciente con el Financial Times, Eduardo Pérez Motta, jefe de la comisión Federal de Competencia (CFC) de México expresó preocupaciones similares. “Los sectores claves están dominados por grupos privilegiados. Usted puede verlo tan pronto llega al aeropuerto”.

Calderón dice que él no solo reconoce estos problemas, sino que promete, con gradaciones varias, hacerles frente. La dificultad con la cual choca es con obtener respaldo suficiente en el Congreso.

En las elecciones de julio, que ganó por un margen ínfimo de medio punto porcentual, el PAN, su partido, obtuvo 206 sillas en la cámara baja del Congreso, comparado con 126 para el PRD de Andrés Manuel López Obrador, y 106 para el Partido Revolucionario Institucional (PRI).

En la superficie, esto indica que Calderón pudiera hacer avanzar algo de su agenda legislativa mediante alianzas con el PRI. En el proceso, Calderón también pudiera echar a un lado al PRD de López Obrador, que sigue diciendo que ganó con trampas, sigue siendo visceralmente hostil al partido, y hasta había prometido sabotear la ceremonia de toma de posesión.

El peligro está en que esas alianzas pudieran cargar un alto precio. Un ejemplo es Oaxcaca, donde los analistas dicen que gran parte de la trabazón violenta entre las organizaciones sociales y el gobierno del PRI tiene que ver con la renuencia del PAN a actuar contra el sumamente impopular gobernador del estado.

Algunos comentaristas dicen que Calderón, un ex congresista, ha demostrado su capacidad para trabajar con los legisladores y construir alianzas entre partidos, una capacidad que nadie asociaría con el ex presidente Fox.

Pero cuando la política mexicana se encuentra tan profundamente dividida, y con el señor López Obrador que insiste en que la presidencia de Calderón es “espúrea e ilegítima”, es difícil ser entusiasta, dice Heath. “Me4 gustaría darle el beneficio de la duda, pero estoy un tanto pesimista”.

Y no está solo: un sondeo de Ipsos Bimas de la semana pasada publicada en el diario El Universal dice que más de la mitad de la población cree que el gobierno de Calderón será igual o peor que el anterior.

VERSION: IVAN PEREZ CARRION

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