Nacimos para recordar cómo amar

Nacimos para recordar cómo amar

“No tengo miedo, nací para hacer esto”.

Juana de Arco.

Siempre sentimos amor, incluso antes de haber nacido. Lo único que somos es amor. Entonces, ¿Qué nos pasa? Aprendemos a “amar” con la gente que nos rodea. Para la mayoría de nosotros, ese amor es condicionado.

Es fácil que los padres digan a sus hijos que los aman cuando hacen algo bueno o cumplen sus expectativas, pero, ¿cuántos padres les dicen te amo al hijo cuando ha roto algo valioso, trae malas notas o reta la autoridad que ellos representan?

Este tipo de crianza tiene un efecto en nuestras relaciones. Nos ha hecho creer que necesitamos ser o actuar de una determinada manera, que nos permita ganarnos el amor de los demás. Terminamos adoptando la forma en que nos amaron.

Quien se ama condicionadamente también pondrá condiciones para amar a otros.Bert Hellinger dice que luego de los padres, el siguiente amor más grande es la pareja.

El amor condicionado nos enferma, porque es un falso amor.

Al olvidar que el amor es nuestra verdadera naturaleza, y condicionar el amor que sentimos por nosotros mismos, perdemos el autorespeto. Nos decimos que cuando rebajemos, tengamos pareja, ganemos más dinero, dediquemos más tiempo a la familia, nos vamos a sentir mejor, seremos felices o nos valoraremos.

Nos seguimos tratando como nos trataron cuando éramos pequeños: “si te comes toda la comida mamá estará muy contenta”, “si eres bueno te acuestas temprano”, “necesitas sacar buenas notas…portarte bien…estar callado…etc”. El saboteador en nosotros no nos permite rebajar como queremos, tener pareja, ser libres financieramente, disfrutar el tiempo con la familia, saborear los logros, tener plenitud en lo que hacemos, etc.

Esto es un círculo vicioso, pues el saboteador en nosotros nos llevará en una dirección distinta a la propuesta por la demanda que condiciona el amor. De este modo, nos recordamos que amarnos condicionalmente nos despoja de nuestra dignidad y valor.

Esta es la causa por la cual nos privamos del propio amor, y como todo lo que somos es amor, negar lo que somos nos duele. El malestar que sentimos nos hace irritables, y queriendo salir de eso, empezamos a alejarnos de nosotros mismos. De este modo, el círculo vicioso se autosostiene.

Rumi dice: “Todos los vasos se vacían en una sola jarra. Pues El que es alabado es, de hecho, solamente Uno, En este sentido todas las relaciones están dirigidas hacia la luz de Dios”.

El amor del bueno, es el amor del origen: restaura, sana, dignifica, engrandece, completa, unifica, alegra, y nos sintoniza con la vida. El amor verdadero es libre de condiciones. Es un balance entre la gratitud y la generosidad.

El escritorFrancois de la Rochefoucauld creía que mientras se ama, se perdona. Perdonarnos por utilizar situaciones difíciles o dolorosas para despertar es el inicio de un proceso de sanación.El camino de regreso a nosotros mismos inicia cuando confiamos en el amor, y nos tratamos con amabilidad.

En el proceso entregamos nuestro “pequeño yo” a la parte nuestra que recuerda su grandeza. Entonces, todo lo creado colabora para recordarnos que somos amor. El amor es gozo y es paz.

Comparto esta bella oración de los indios Lakotas. La he utilizado para recobrar fuerzas y dejarme ayudar:

“Gran Espíritu, disminuye el ritmo de mi vida.

Calma el latir de mi corazón, aquietando mi mente.
Reduce mi paso apresurado con una visión de la eterna extensión del Tiempo.

Dame, en medio a la continua confusión,

la calma estabilidad de las montañas milenarias.

Rompe la tensión de mis nervios y de mis músculos

con la serena música del canto de los arroyos, vivos en mi memoria.

Ayúdame a conocer el mágico poder restaurador del sueño.

Enséñame el arte de tomarme breves momentos de pausa,

de disminuir mi ritmo para observar una flor,

para charlar con un amigo, acariciar a un perro,

leer algunas líneas de un buen libro.

Recuérdame cada día la fábula de la liebre y la tortuga,

que pueda aprender que en la carrera no siempre gana quien va más rápido,

y que en la vida si puede haber algo mejor que aumentar la propia velocidad.

Haz que eleve mi mirada al enorme roble,

y sepa que ha llegado a ser así porqué creció lentamente y bien.

Gran Espíritu, disminuye el ritmo de mi vida,

e inspírame a hundir mis raíces en el suelo de los valores duraderos

para que pueda elevarme hacia las estrellas de mi gran destino”.

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