Nada diplomático

Nada diplomático

COSETTE ALVAREZ
Habíamos estado creyendo que el único problema en la sustitución de nuestros embajadores era la falta de ratificación de los decretos por parte de la comisión de política exterior del senado de la República. Pues resulta y sucede que más de uno de nuestros embajadores, con el ¿legítimo? deseo de permanecer en el puesto, ha tramitado incorrectamente la solicitud del beneplácito a su sustituto, de manera que se venzan los plazos, sabiendo (algunos son veteranos y todos tienen los manuales en sus escritorios) que en la diplomacia la falta de respuesta equivale a un no. Es decir, las respuestas negativas, simplemente no se dan.

Habiéndola vivido en carne propia, sé lo demoledora que resulta esta práctica para su víctima. ¿Cómo recibe un rechazo de esa magnitud un profesional de trayectoria, viendo aceptados y ejerciendo a tantos ñames? Es toda una carrera, por incipiente que sea, que queda marcada negativamente cuando no tronchada para siempre. El daño es irreversible, irreparable.

Por supuesto, siempre hay uno o dos que han sobrevivido a varias guerras y se ocupan de duplicar el trámite, depositando los expedientes completos y correctos en las embajadas de sus países receptores ante el nuestro, y entonces dan la sorpresa a sus antecesores, pero no a todo el mundo se le ocurre precaver esas eventualidades por considerarlas impensables. Un funcionario de rango inferior al de jefe de misión, sencillamente no puede hacer nada, porque está total y absolutamente en las manos de su superior, como en el ejército.

Es que nos pasamos la vida, de lejos, viendo a los embajadores y a las embajadoras como seres de otro planeta (muchas veces lo son). Les atribuimos una honorabilidad y una perfección que lamentablemente no todos tienen ni aspiran a tener. Se podría escribir un libro en varios tomos sobre las intrigas para que renuncien, o cancelen y sustituyan a los funcionarios de las embajadas.

En otras ocasiones he mencionado el desconocimiento absoluto del idioma del país receptor, no hablemos de su historia y de sus leyes. También me he referido a la práctica violatoria de nombrar diplomáticos que son residentes legales, o casados con ciudadanos de ese país, por tanto ciudadanos por matrimonio, cuando no son nativos o naturalizados.

Me contaron de uno que se hizo socio de un club de ricos en su país receptor, al que acudía acompañado de su amante, cosa que no tendría la menor importancia en ese estrato de la sociedad, si no fuera porque la tipa fue vista por lo menos una vez cortando las uñas de los pies a su querido ¡en la piscina!

Entre los que fuman, hay quienes pierden todo el caché apagando un cigarrillo a medio fumar para guardarlo de nuevo en la cajetilla y nos hacen caer muertos de vergüenza ajena cuando esa colilla es encendida ante los ojos de algún fumador que ni en la peor de las ollas ha hecho algo parecido.

Una vez supe de una jefa de misión que se negó a firmar una carta reconociendo que una funcionaria de esa embajada trabajaba allá. El papel en cuestión serviría, por estrictas razones de seguridad, para confirmar a la administración del edificio que alberga la sede que la diplomática era parte del personal, con la finalidad de asignarle o no un parqueo por contrato. Pero la jefa de misión determinó que eso era algo personal y que no se hacía responsable.

Luego quiso demostrar benevolencia pidiendo al dueño del local, esposo de otra funcionaria de la embajada que sí gozaba de su protección, que tuviera el gesto caritativo de firmar ese papel, lo cual no le correspondía. Otro día les cuento sobre sus múltiples intentos para que cancelaran a esa diplomática que se negó a seguir trabajando con ella, pidiendo además que le asignaran esa dotación para sus gastos administrativos.

El manejo al personal da ganas de llorar. He sabido de empleadas de embajada con problemas repentinos de salud y han tenido que enfrentarlos a base de colectas en la comunidad o entre representantes dominicanos ante otros organismos. O han sido canceladas contando con que los diplomáticos realicen ese trabajo y el jefe de la misión se ahorre ese salario para expandir su vida social. La solidaridad les suena a mala palabra.

El concepto de excelencia de algunos embajadores es como para tirarse del puente. Algunos tienen por excelentes a los que realizan el trabajo sucio: extravían documentos, esconden correspondencia, borran archivos, desvían las llamadas y, muy especialmente, fabrican chismes e intrigas.

La parte de las adicciones y el ejercicio sexual, a pesar de que en ocasiones atentan contra el buen nombre del país, por el momento lo vamos a dejar en la posición de vida privada de cada uno, pero sí les cuento que hay que verlos (no a todos, por supuesto) «poniendo huevos» ante sus colegas en medio de las conversaciones sobre política mundial, o (mal) tratando a sus compatriotas en el exterior incluyendo a los diplomáticos bajo su mando. Ahora, donde botan la bola es en los asuntos financieros.

Empezando con que muy pocas de nuestras embajadas tienen cuentas bancarias, sino que cada diplomático tiene cuenta personal aparte, no hay nada que descomponga más a un embajador que la recaudación consular. Conste, no quieren ser cónsules, ya que son puestos de menor rango y menor proyección, y el trabajo consular, para quienes lo cumplen, no es necesariamente duro, pero tiene sus presiones, básicamente de tiempo. Los cónsules proporcionan un servicio administrativo, en principio recaudan para el fisco (sabemos dónde queda el fisco de nuestros cónsules) y no pueden ni deben salir a representarnos ante los demás países ni los organismos internacionales. Obvio la falta de inmunidad para no lucir suspicaz.

Todo eso y mucho más que guardo para mejor momento es responsabilidad exclusiva de la falta de criterio imperante a la hora de seleccionar a nuestros representantes ante otros estados. Felizmente, todavía quedan unos cuantos que realmente honran nuestro servicio exterior, por sus excelentes cualidades personales y profesionales.

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