Nadal deja su impronta en Montecarlo, por novena vez

Nadal deja su impronta en Montecarlo, por novena vez

Madrid. Ganar por novena vez el torneo de Montecarlo emocionó a Rafael Nadal como si fuera la primera vez, y el español estalló de alegría, y de rodillas celebró en la pista central de Country Club su victoria ante el francés Gael Monfils, por 7-5, 5-7 y 6-0.   Hincado, doblado, en el fondo de la pista tras conectar un formidable paralelo de derecha con el que acabó con la resistencia de un Monfils desaborlado y derrotado físicamente, gritando de alegría, comenzó Nadal a festejar su victoria en la final número cien de su carrera.

Después de caer este año en la de Doha, perder en las semifinales de Buenos Aires, Rio de Janeiro e Indian Wells, Nadal logró el título 68 de su historial, en dos horas y 46 minutos, para volver a triunfar en un Masters 1000 después de dos años (Madrid 2014).   “Hemos trabajado mucho para vivir momentos así”, dijo luego en la entrega de premios, recordando cuanta sequía ha tenido que vivir a la sombra del serbio Novak Djokovic, y cuanta amargura tras dejar pasar la pasada temporada sin ganar un Grande ni un Master 1000.

El título de Montecarlo supone igualar precisamente los 28 Masters 1000 de Novak, derrotado a las primeras de cambio por el checo Jiri Vesely, y situarse a uno del récord del argentino Guillermo Vilas en cuanto a torneos ganados sobre tierra batida (49).   Un beso emocionado a su novia Xisca Perelló rubricó el triunfo de Nadal, pero antes el zurdo de Manacor tuvo que agotar a Monfils, el primer francés que disputaba la final de Montecarlo cuando Cedric Pioline lo ganó en 2000.

El tenista de París ofreció la resistencia más dura de todos los encuentros anteriores disputados sobre tierra contra el español, y hubo momentos en los que creyó en la victoria.   Nunca había sido capaz de ganarle un set a Nadal sobre tierra (4-0, y 8-0 en sets), y este domingo se hizo con el segundo de la final, gracias a que supo darse cuenta de que jugar de tú a tú al considerado mejor jugador en la historia sobre tierra batida era un suicidio y decidió cambiar ritmos, amartillar con su saque y bombardear con su prodigiosa derecha la defensa del español.

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