POR ANNA JIMÉNEZ
Cuando queremos que las cosas nos salgan perfectas y exactas como cualquier operación de matemáticas, corremos el riesgo de decepcionarnos y de exigir más de lo que los demás están en capacidad de entregar.
De ninguna manera significa que seamos poco exigentes o conformistas, sino que no actuemos como si todo lo que nos rodea y con quienes nos correlacionamos fueran perfectos.
Nadie lo es; tratamos de ser lo mejores, nos esforzamos con el objetivo de acercarnos a la referencia de lo que conocemos como perfección, pero irremediablemente sólo Dios es perfecto y a veces pecamos de abusivos aún con nuestros propios hijos, que en el afán de «criarlos por la regla» nos olvidamos de que son niños y que están en una etapa de constante aprendizaje, por lo tanto, licencia amplia para equivocarse.
Imaginando cómo pudieran quejarse los niños de nuestros continuos empujes y exigencias, sigan leyendo y tome nota de cómo, por lo general, se sienten los pequeños cuando esto ocurre….
No te enfades cuando en la noche las sombras y la oscuridad me da miedo, y me despierto y te llamo. Tu abrazo es lo único que me devuelve la paz».
«Cuando vamos a las tiendas no sueltes mi mano… Temo perderme y que no me encuentres jamás».
«Me siento muy triste cuando papá y tú discuten… A veces pienso que es por culpa mía y se me encoge el estómago y no sé qué hacer».
» Te molestaste porque me ensucié jugando… Pero la sensación del barro en mis pies era tan rica y la tarde tan linda…»
«Hoy te sentiste mal y yo me preocupé mucho. Traté de entretenerte con mis juegos y me dieron un par de nalgadas y me sacaron de tu lado… Me fuí a un rincón a llorar… ¿Qué haría yo si tú te murieras?»
» ¡Tengo mucha suerte entre todos los niños que hay en el mundo… ustedes me escogieron a mí ?»
Ven… como viendo por este cristal de ternura, la sensación cuando se le presentan estas situaciones cambia de formal radical. Sean buenos y ámenlos tal como son.
Para comentarios o preguntas escríbanos a cienciaplus@yahoo.com