TEOFILO QUICO TABAR
Cuando la gente dice que de cierta forma pierde la fe en el futuro de nuestro país, lo hacen motivado a que aquí casi todo ha sido una repetición de lo mismo. Tanto gobernantes como políticos de una forma u otra, salvo excepciones muy contadas, han tenido los mismos comportamientos. Si no en su forma de actuar, por lo menos en los resultados acumulados. La mayoría ha tenido comportamientos contradictorios entre lo que han dicho y lo que han hecho, y los que han dado sorpresas, ha sido precisamente por actuar contrario a aquello que motivó a la gente a creer en ellos y darle su apoyo.

Lo mismo ha ocurrido en otros estamentos de la sociedad. Talvez cambiando algunos estilos casi todos han imitado la trayectoria de sus antecesores. En el área civil, en la burocrática, en la militar, en todas.

Como dice un valeroso y estudioso dominicano que reside en Europa,  «antes cuando regresaba a mi país, bastaba ver uno que otro periódico para enterarme de lo que ocurría, porque nada cambia. No solo las mismas caras, sino que continúan las mismas calamidades, las mismas exigencias, las mismas carestías, los mismos reclamos, los mismos problemas. Y ahora con la llegada de los medios electrónicos, sin necesidad de venir, mucho más cuenta me doy, de que todo sigue igual».

Y es verdad. Lamentablemente tenemos no se cuantos años hablando de de lo mismo: Falta de institucionalidad. Prepotencia en el desempeño público. Corrupción entronizada en casi todas las esferas. Delincuencia que ahora aumenta de manera alarmante. Falta de atención a las escuelas. Inundaciones de calles y avenidas. Deterioro de los caminos vecinales. Abandono de una que otra área de la agricultura o la pecuaria. Escasez de determinados productos. Salud, agua, luz, desempleo, etc.

La izquierda sigue con el mismo discurso de hace cincuenta años, solo variando de modelos. Antes la Unión Soviética y Cuba, ahora Venezuela y el Bolivarianismo. El centro de una forma u otra desapareció. La derecha solo se diferencia en simples expresiones sin grandes fundamentos ni contenido. La eficiencia globalizante y el modernismo soñador.

Desde que a un alto funcionario y a un Jefe militar se les ocurrió hacer casas deslumbrantes, criticado en su época, con los ?ahorros? de sus salarios de 2,000 y 3,000 pesos mensuales, una buena parte de los que les han precedido han continuado con esa costumbre que se ha convertido en normal, incluso ampliándolas a los grandes centros de veraneo, con el beneplácito de la gran sociedad.

Lo poco que ha cambiado es que muchas cosas que antes se consideraban delito, hoy se aceptan como habilidades exitosas. Actuaciones reprochables por los sectores pensantes y los medios de comunicación ayer, hoy no solo se callan, sino que algunas son exaltadas como virtudes especiales que los convierten en prohombres.

Por eso cada día más gente pierde la fe en nuestro futuro, porque como dice la expresión que se le atribuye a San Pablo: «nadie puede dar lo que no tiene». La gente está aprendiendo a no creer en los que mienten. A dudar de los que prometieron y no cumplieron. A no esperar más nada de quienes pudiendo no hicieron.

Si nadie puede dar lo que no tiene y como lo que necesita nuestro país es ordenamiento, disciplina, firmeza, racionalidad, atención a las necesidades fundamentales como vía, no solo para darle a la gente las oportunidades que se les han negado, sino para detener la erupción de un volcán social no muy lejano, en realidad es poco lo que la gente puede esperar.

Ante la escasez de prendas éticas y morales de la mayoría de los que dirigen la cúpula del aparato político social de nuestro país, es poco lo que la gente puede esperar. Por eso aumenta el desencanto. Crece la tendencia a dejar hacer y dejar pasar. Se hace mucho más larga la fila de los que pierden el interés y se dedican a sobrevivir sin ánimo de aportar mayores cuotas de sacrificio por un futuro que no se vislumbra, el desorden impera y se habla de impunidad. Porque nadie puede dar lo que no tiene.