El ex presidente Hipólito Mejía publicó en El Nacional del día nueve del presente mes un documento histórico en que ponderando los innegables aportes que el PRD concretizado al desarrollo democrático nacional, en realidad entona un mea culpa tan grande como el país.

En un estilo, que es el hombre, y un pensamiento sosegado que ipso facto me dirige al luminoso doctor Hugo Tolentino Dipp, Hipólito Mejía confiesa no estar dispuesto a que la rebatiña púrpura que exhibe el PRD en su confrontación perpetua hastiante, prosiga.

Expone que “no me permite cargar con  una responsabilidad como la división de la más viril y democrática de las fuerzas políticas dominicanas”, y es precisamente por esa valiosa como irrefutable premisa, que tanto Hipólito Mejía como el ingeniero Miguel Vargas, deben y tiene que finiquitar la ópera bufa, el sainete deplorable, que protagonizan con la finalidad de ganancia de causa para el PLD.

Ha llegado el momento cumbre para que ambos ofrendan un gesto noble y altruista a la democracia y al país, haciendo mutis, retirarse de la lid política, y cederle el paso al empresario y dirigente hoy pasivo del PRD, José Antonio Najri.

Es imposible olvidar, por lo reciente y lo trascendente, el rol desempeñado por Najri cuando fue senador del Distrito Nacional  por el PRD, y cómo con su trabajo y su peculio personal, organizó cuadros y comités de base, y hasta hoy, ha resultado un perredeísta referencial por su decencia, trato humano, dedicación a la causa blanca y al país, valores que ameritan ponderarse, para con el aval de esta figura, intentar organizar, armonizar y fraternizar al PRD para interrumpir el máster en abajismo que lo postra y peligra extinguirlo, y encauzarlo al poder.