NANA: Tragedia y ternura

NANA: Tragedia y ternura

Estaba ahí, pendiente, en el escritorio. Con la premura de la fugacidad, el temor por el destello, la algarabía de lo transitorio. El sentido de la oportunidad frenó el intento. Advertía. Fauces conocidas aguardan cualquier desliz para continuar masticando. Labor de rumiantes conocida en este erial con gurús implacables y decadentes. Esa regurgitación perenne del rencor y la ambición. Ansiedad por incidir. La vanidad de la medianía que logra lauros y consigue complicidades insospechadas para evitar la averiguación de sus faltas. Cada día comienzan su historia. Pautan y disponen. Encienden la pira para que arda cualquier disidencia.
Entre conteo y reconteo, necedad e inmadurez, extorsión y rabietas de la clase política. Entre alardes tardíos e inconformidad, la prudencia mandaba a postergar el tema.
Durante los aciagos días, post elecciones del año 1994, algunos asumieron la denuncia de aquel desastre como principio y estandarte. Primó la proverbial división antojadiza y autoritaria. Quien no está conmigo está contra mí. Pobre de aquel que no escribiera sobre el tema. Un sociólogo fue estigmatizado por un dictado de esas logias. Fue proscrito. Rechazaban su presencia en los cenáculos del proceder correcto. Anatemizado por una imprevisión. Había enviado su artículo antes de la ocurrencia de uno de los episodios del extenso calvario que concluyó con la firma del Pacto por la Democracia. Detallaba variedad de vinos, comentaba los encantos vitivinícolas de Chile. Refería la variedad de quesos que existe en el planeta y los placeres del maridaje. Réprobo y reprobado. La alternativa: atreverse a defender lo indefendible, que es un derecho o sumarse y suscribir los postulados de algunos que se erigen en modelos y convencen a muchos de su lucha desinteresada. Esos que jamás se equivocan y tienen un patíbulo para honras ajenas. Felizmente hoy no disimulan parcialidad. Los argumentos para sostener la expulsión del paraíso, idénticos a los usados hoy, 22 años después. Escasa creatividad para repudiar el parecer de otras personas cuando no coincide con el propio o con la agenda, que no es lo mismo pero es igual.
Sin temor a la expulsión del paraíso, procede la oda a una película realizada por una dominicana que engarza drama y afecto, contundencia, estética y calidad. Tatiana Fernández Geara es inseparable de su película, aunque declara que prefiere resultados más que autores. Consigue que NANA sea la estadística con emoción, el ahogo de la incertidumbre. La resignación como coartada para la soledad. El rostro de una abuela permanente que reparte en nietos la dedicación que no pudo ofrecer a los hijos. Irremediable certeza de la miseria, inseparable de esa piel estrujada. Manos mugrosas con la única caricia del arroz que descascara para ofrecerlo a una parentela que ríe y espera a la madre que llegará con dinero para comprar ropa, zapatos y cigarrillos.
El cine es imagen. Captar gestos, situaciones, cosas. El lente de Tatiana conmueve con el contraste de la espuma del shampoo y la lavaza del jabón de cuaba, las gallinas y el parque con columpios. Anafe y cereal, chistes rurales y libro de cuentos. Registra miradas con una locuacidad de espanto, sonrisas con una tristeza que apabulla. Las protagonistas se convierten en paradigmas. Cada una con su historia, tan distinta y tan similar.
En NANA está la derrota que alisa sábanas de hilo y prepara a niños ajenos para la escuela. En 71 minutos de proyección está la tasa inmutable de embarazos en adolescentes -90 por cada 1000-. Está la cadena global de cuidados, efecto de la migración femenina. Los padres ausentes, maridos inexistentes. NANA marca porque remarca. Dice. Madres sustitutas en la casa, con la indiferencia y comodidad de la consanguinidad. La duda del cariño, la responsabilidad como proveedora, sin esperanza. Está presente la culpa por comer ignorando qué cenarán los muchachos. La desdicha de la ausencia obligada. La diferencia de edad tan difusa que confunde vínculos. NANA emociona. Sorprende la trágica ternura de una realidad convertida en excelente filme.

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