POR CHIQUI VICIOSO
A Nancy Morejón arribe por tres periplos: los de Haití, Africa y Cuba, en ese orden.
En Haití la descubrí en el extraño misterio de sus montañas, la sensación de euforia de las plantaciones de vetiver, los mercados de hojalata y las millares de mujeres que agachadas ondeaban el mar multicolor de sus cabezas. Mujeres negras que Nancy me presentaría en sus poemas a la mujer negra, a su madre y a la esclava que ama a su amo.
En Africa, a través de Amílcar Cabral, Agostino Neto, Mario de Andrade, y los poetas de la Antología de Senghor, voz aunada de africanos asimilados que en Europa habían redescubierto su identidad, su continente y su patria.
EL REGRESO A LA FUENTE
El regreso a la fuente de Amílcar Cabral fue algo más que una lección de geografía, o de historia colonial y neo-colonial. Era el inicio de una larga búsqueda del acento original, del canto y la poesía que (hasta ese momento) ignoraba, excepto por Lorca y sus poemas neoyorquinos; Langston Hughes: el teatro de Ben Caldwell, y antes que el musical Porgy and Bess de Marc Connally. Aparición del Teatro Revolucionario, con LeRoi Jones a la cabeza, en obras con personajes como Patricio Lumumba y Malcom X. Teatro negro que, después de 360 años, hizo explosión en los años 60.
Para reencontrar esa fuente original lo primero fue mirar a casa, es decir, a Santo Domingo, país donde el color negro se degrada en todas las tonalidades del indio. Allá los poetas que cantaban la saga del hombre y la mujer negros se limitaban a un pequeño ramillete de voces: Aída Cartagena Portalatín, Juan Sánchez Lamouth, Manuel del Cabral, algún canto emigrante de Norberto James y hoy Blas Jiménez.
¿Hacia dónde dirigir la mirada?, ¿orientar la búsqueda? Hacia el filo izquierdo de ese pájaro que es Santo Domingo, del cual Cuba y Puerto Rico son las dos alas. Hacia la poética de Motivos del Son (1930); Sóngoro Cosongo (1931); West Indies Ltd (1934); Cartas para soldados y sones para turistas (1937) y El son entero. Suma poética, 1929-1946, (1947), de Nicolás Guillén.
NICOLÁS GUILLEN
Poesía, a decir de Ezequiel Martínez Estrada, donde la revolución no está en el texto de lo que dice, ni en su gramática, sino en lo que suscita. Destrucción de una estética donde asume el papel del primer poeta, ese que no conserva la palabra como vocablo dado y la reduce a sonidos articulados, a fonemas. Poesía racial, social, proletaria, humana, rebelde, mulata y cubana, tan cubana como José Marti y, añado, Nancy Morejón. Martínez Estrada, algunas de cuyas opiniones sobre África, y el africano cubano, no comparto, lúcidamente concluye que Guillén no tiene antecesor ni podrá tener sucesor que no sea plagiario: vale decir, que la poesía de Guillén es también un estilo.
¿Por qué me detengo en Guillén al hablar de Nancy? Porque se que Nancy trabajó muchos años con Guillén, que fue casi su albacea, y de él aprendió el extremo cuidado de su ejercicio poético y editorial, la meticulosidad en el uso de las palabras, la maestría en el manejo del verso regular, de la rima, el dominio de la llamada poesía culta, y lo que Martínez Estrada define como lo aristocrático de lo popular.
PARAJES DE UNA EPOCA
No es sino hasta 1979, dos años después de mi primer viaje a Cuba, que tengo la extraordinaria suerte de conseguir Parajes de una Época, edición Mínima 22, de la Colección Visor de Poesía, y es en ese compendio de 17 poemas es que descubro a esa inmensa mujer poeta que es Nancy, con una voz tan propia que se deslinda sin deslindarse- de la poesía de Guillén y de la llamada poesía negra de los Estados Unidos, Santo Domingo, y la poca poesía que yo conocía del Africa.
En poemas de ese libro como Impresiones, encuentro versos de un gran surrealismo: Y nuestra oreja ríe para la eternidad_, y versos de una insólita belleza: Alguien escucha su canción bajo el estruendo puro de una rosa.
De pronto, su manera de adjetivar redimensiona ese legado de los muertos que es el lenguaje. Lengua ordinaria donde la hora se resume en minutos y segundos y en Nancy en el asedio de la melancolía:
Descoyuntadas, breves, coloreadas de rabia,
vienen a mí las horas
…latiendo en su erotismo
la quieta y pura melancolía.
Poesía no exenta de irónico y desafiante humor, como El sueño de la razón produce monstruos, donde Nancy se burla de los que practican la teoría:
digan lo que les venga en gana,
la Forma y la Belleza,
la dulce psiquis de la razón hecha sueños y bríos
para retornarnos al asombro con un verso (y esto es ya parte de su estilo) totalmente original: Que el mamut y el ciervo que no vi, entren atronadores a mi barrio.
Nancy, dice su barrio, no su Olimpo, o Edén:
Las esquina del barrio
relinchan desdichadas
en nombre de las piedras
que surcaron océanos
ahora mecidos sobre las balaustradas.
¡Océanos_ ahora mecidos sobre las balaustradas! ¡Qué manera tan única de sugerir los orígenes, la esclavitud, los barcos negreros, el sonoro vaivén de los africanos traficados hacia estas islas!
Fervor del hombre preso en su propia costilla/
…imagen de cepos impíos…
para volver al asombroso verso final (que tanto deslumbra a Benedetti), modo de aligerar la tristeza que causan estas memorias con un ¡Qué caray! poético:
Una piña va a estirar su corona
hasta llegar a las estrellas…
NANCY MOREJÓN
Quien habla, quien sugiere, quien proclama, es una mujer negra, licenciada en Lengua y Literatura Francesas, traductora de Jacques Roumain, Depestre y Aime Cesaire, entre otros. Crítica teatral y literaria, sobre todo de la creación cultural del Caribe, pero también una militante de la Revolución Cubana. Mujer que no se averguenza de proclamar su esperanza en el Socialismo, como lo hace en uno de sus poemas más conocidos internacionalmente: Mujer negra:
Bordé la casaca de Su Merced y un hijo
macho le parí
mi hijo no tuvo nombre
y su Merced murió a manos de un
impecable Lord Inglés.
Ya nunca más imaginé
el camino de Guinea
¿Era a Guinea? ¿A Benin?
¿Era a Madagascar? ¿O a Cabo Verde?
…Iguales míos, aquí los veo bailar
alrededor del árbol que plantamos para el socialismo.
Su prodiga madera ya resuena.
FINA Y RETAMAR
Esa militancia política emparenta a Nancy Morejon con la aguerrida Mirta Aguirre, legendaria poeta militante, empero ¿esa profunda belleza?, ¿ese inédito decir?, ¿ese entrever en las balaustradas el océano que se mece, el vaivén de los barcos negreros, donde más podía tener resonancia?
Entreveo que en la poética de Fina García Marruz y su afirmación de que todo arte es social porque la misma belleza (parafraseando a Martí), no es otra cosa que la justicia; en su desarrollo de la mejor línea del conversacionalismo cubano; poesía que conmueve y porque conmueve moraliza (como afirmara Martí), y en su trascendentalismo, entendiendo el término como lo define Martin Heidegger: aquello que traspasando permanece, y luego lo redefine Roberto Fernández Retamar: trascendente porque pretende ir mas allá, traspasar la realidad evidente, conocida, visible, de las cosas. Las esencias ocultas de la realidad.
Esa búsqueda de lo trascendente desborda lo meramente folklórico y estereotipado como popular. El énfasis en el sonido, ritmo, musicalidad y onomatopeyas de la también estereotipada poesía africana. No que Nancy por momentos no rinda el debido homenaje a Guillén, como en su poema La Dama de los Perros (en Richard trajo su flauta y otros poemas), donde dice:
Brisademuerteosoloyemayadientemarcaballooscuro
Con resonancias de Guillén en su Elegía a Jesús Menéndez:
Cana Mansanillo ejército/balayankiazucar/crimen Mansanillohuelga…
Sustantivos sin puntuación, letanía, como en los ritos primitivos, los cantos de los Baquinís o los funerales. Sólo que si en Guillén esto no es poesía, según Martínez Estrada, en Nancy es apenas un momento en su decir trascendente.
Poesía que se apersona y nos llena de la Buenaventura del amor, cuando Nancy proclama:
Mi corazón deja de ser
Una plaza desierta
…manadas de naranjas y puentes
invaden mi sistema de vida.
¿Dónde guardas las dalias de
un patio tuyo sin
infancia?…
Y, ¿Dónde guardas tú Nancy, las dalias de la visión que te define y te separa?.
Esa singular interiorización de lo social de Mirta Aguirre; ese acercamiento a las realidades cotidianas y la búsqueda de un centro unitivo en la memoria de los Origenistas; esa encarnación de la poesía en la historia de Cintio Vitier; de lo cotidiano, los recursos familiares, de lo que parece minúsculo de Eliseo Diego; la llamada entre visión poética de Fina; el fino conversacionalismo de Roberto Fernández Retamar; la despedida del ingenio de Pablo Armando; el cimarronaje que rescata Miguel Barnet, o las búsquedas poéticas de Sarduy?
¿Dónde la innombrable presencia de Ochún, Yemayá, Changó y Oyá Yansá? ¿De nuestras madres?
¿Dónde?
Entreveo que en la fragmentada síntesis de todos los continentes y las islas, de todas las lenguas, de toda tu poesía cubana y universal, de todas las que hemos sido, las que somos, las que permanecemos y permaneceremos a través de tu poesía. De tu poderosa y fraternal presencia.
OBRAS CONSULTADAS
Richard trajo su flauta y otros poemas. Nancy Morejón. Selección y prólogo de Mario Benedetti. Visor. Madrid, 1999.
Parajes de una época. Nancy Morejón. 22 Mínima. Editorial Letras Cubanas. Cuba. 1979.
La poesía afrocubana de Nicolás Guillén. Esquíel Martínez Estrada. Editorial Arca. Uruguay. 1966.
En torno a la obra poética de Fina García Marruz. Jorge Luís Arcos. Ediciones Unión. Cuba. 1990.
Black Drama Anthology. Edition Woodie King y Ron Milner. The New American Library, Inc. New York. 1972.
*Ponencia de la autora en el panel sobre la obra de Nancy Morejón, Poeta Nacional de Cuba, a quien está dedicada la Feria del Libro en La Habana.