Narcisazo, intolerancia e insultos

Narcisazo, intolerancia e insultos

Usurpadores de la profesión periodística y comentaristas superficiales, frustrados y obstinados -que no leen ni investigan profundamente sobre los temas y las personas concernidas- viven profiriendo insultos y  agrediendo verbalmente, como línea argumentativa, para contrariar planteamientos que se apoyan en herramientas científicas.

Común se ha hecho en nuestros predios mecanizar el pensamiento, en el  odioso rostro de la presunción y el engreimiento, parapetado  en la ofensa y la crítica mordaz e irresponsable. Parece que el plagio, el parasitismo académico y la deslealtad a su gobierno y a la institución docente de que se ha servido engendran prejuicios y cobardía para confrontar posiciones hasta en una simple comisión evaluadora.

Estos  alegres “campeones del saber” usan sus ligeras  imaginaciones para hostigar a otros cuando piensan, indagan y exponen creencias e ideas que se contraponen a las suyas. Afirman que son partidarios de las contradicciones en la diversidad, pero se rajan en la praxis social,  injuriando en la almohada de la disonancia.

Y es que no acaban de comprender que a los ciudadanos les confiere el derecho universal de conocer la verdad, y a los periodistas exponer los sucesos de interés público con imparcialidad, aunque en un principio resulten impopulares y  los crucifiquen.

Cuando existen nebulosas en torno a acontecimientos y a figuras emblemáticas, como el meritorio profesor Narciso González (Narcisazo), al periodista le asiste la prerrogativa de plantear hipótesis científicas, para que el Ministerio Público desarrolle investigaciones también científicas, y se descubra todo cuanto ha ocurrido.

Para no manipular hechos del presente, secuestrar la verdad ni falsear la historia, conviene razonar, testimoniar, evidenciar y escuchar, respetando a quienes lo hagan, porque en este mundo tan complejo nada es descartable, ni nadie es portador de la verdad monopólica. Numerosas son las hipótesis formuladas en torno a la muerte de John F. Kennedy y los atentados del 11 de septiembre y, en vez de ser desdeñadas, éstas sirven de insumos a los laboratorios investigativos.

La búsqueda de lo auténtico o exacto decora como un principio ético, en virtud de que el servicio de la verdad constituye la  piedra angular, la misión fundamental, el más alto ideal  y la meta suprema del periodista, que deberá tributar la expresión bíblica: Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.

 En prepotentes eruditos del patio parece que ésto no tiene sentido. En un ritual de puro fanatismo y dogmatismo,  repiten sin ningún fundamento  lo que han oído siempre, y aseguran -a veces por afectividad- que tienen la razón absoluta, pero sin hacer el más mínimo aporte  que conduzca al esclarecimiento del doloroso caso de referencia.

El extinto líder comunista soviético José Stalin, a quien ahora tenemos que reconocer como un  fascista consumado, cuenta con decenas de seguidores dominicanos, que con sus conductas reflejan un alto grado de intolerancia, que es una especie de vulneración de los derechos humanos.

Como medicina preventiva y curativa, en nuestro contexto socio-cultural se requiere instruir más sobre  la pedagogía de la tolerancia y la democracia. Algunos precisan de terapias intensivas, porque están atrapados en una patología o enfermedad espiritual, que no se cura realizando cursos, especialidades, maestrías o doctorados,  ni tampoco con ensalmos. Este tipo de persona es digna de pena.

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