Narcisismo, “genialidad” y política

Narcisismo, “genialidad” y política

Todo ser humano es maravilloso, pero muchas madres podrían resultar culpables de inducir a alguno de sus hijos a creerse sensacional. El problema del narcisismo, de la excesiva admiración de sí mismo, es que colinda con la egolatría, el autismo, la auto-complacencia y otras conductas generadoras de conflictos interiores y con los demás. El narcisismo tiene muchos peligros para el sujeto y es sumamente problemático serlo, no siendo fácil saberse manejar. Cuentan que un ciempiés se paseaba por el prado y un grillo lo interpeló con gran cuidado y diplomacia: “¡Que ser tan extraordinario es usted! ¿Cómo puede mover sus cien patas a un mismo compás, sin trabarse y sin perder su rítmica cadencia?”.

El ciempiés, por primera vez se miró hacia adentro de su ser procurando entender la maravilla de sus articulados movimientos. La historia termina con el ciempiés paralizado para siempre, intentando en vano entenderse, admirarse y moverse al mismo tiempo.

Algo similar les ocurre con frecuencia a ciertos narcisistas, que de concentrarse y admirarse tanto a sí mismos, no pueden entender la realidad circundante, ni a los demás, ni relacionarse con ellos.

Por lo cual están más dispuestos a mandar que a entender y ponerse de acuerdo con los demás; procurando en otros lealtades incondicionales e irreflexivas, perdiendo sus acólitos su independencia de criterio, y a menudo convirtiéndose en   eunucos políticos: personas que están en la política y solo siguen y hacen lo que dice el jefe; que no tienen seguidores ni herederos políticos propios, ya que solo se deben a su jefe.

Hay narcisistas notoriamente extrovertidos, hábiles en manipulación emocional, en seducir y subyugar a otros, procurando seguidores aduladores. El narcisista extrovertido se capitanea sabiamente en sus relaciones con los demás, pero todo narcisista tiene bloqueos mentales con respecto a determinados aspectos de la realidad. A menudo es torpe en diversos aspectos, lo que lo hace peligroso, por su tendencia a liderar y a tomar iniciativas. Suele tener menos inteligencia racional que emocional y cuando estudia o descubre la lógica, llega fácilmente (ayudado) a la conclusión de que es un genio.

Conocí a uno que colocó sobre su escritorio un letrero: “Estaré de acuerdo contigo siempre que tu admitas que yo soy Dios”. Aunque parezca contra sentido, existe “el mal de lógica”, muy abundante, lamentablemente. Observe usted, que nadie se queja de ser poco inteligente.

Suelen encumbrarse, pero no necesariamente lo hacen por oportunismo, por ambición de poder, fama o dinero. Ni es necesariamente el instinto de tigueraje. Al narcisista  le basta (casi) con la adoración o adulación de otros. Y siempre hay mentes débiles y adocenadas dispuestas a seguir falsos líderes, y a celebrarles sus “genialidades”. Esos genios de la política, aun cuando resulten verdaderos fiascos, siempre culparán a otros de sus errores, pero siempre encontrarán consolación, y podrán medrar a la sombra de un carguito público con 300 mil mensuales, y sus seguidores, con botellas, jepetas  y escoltas y, desde luego, una pensioncita del Estado para envejecer dignamente, por sus valiosos servicios a la patria.

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