Narcolepsia

Narcolepsia

LEO BEATO
¿Cuántas horas de televisión consumes al día? Mi amigo Henry Estorero, quien a pesar de su nombre y de haber nacido en Sevilla de torero no tiene nada, consume cinco horas diarias. Su esposa Tina y sus dos hijos de siete y de quince años se pasan la vida pegados a esa caja de programación masiva. Pasan por la vida alelados como zombis amaestrados.

Hasta en los hospitales para mantener al paciente «relajado» le plantan una televisión sobre la cama. De ahí que todos hayamos desarrollado problemas de aprendizaje como los millones de niños latinoamericanos víctimas del dengue y de la desnutrición. Hemos sido programados a control remoto y sufrimos de ADD  (la enfermedad de la falta de concentración, por sus siglas en inglés). Nos olvidamos hasta de nosotros mismos. Sin embargo, eso no sería lo peor de acuerdo con el doctor Herbert Kruman, neurocirujano, pues en el hemisferio derecho del cerebro que funciona como una computadora análoga se activa una hormona, la endorfina, que tiene características propias del opio y aletarga los reflejos del individuo, creando la dependencia química y sicológica propios de toda adicción. «Si no prendo la tele no puedo dormir» nos dice Henry Estorero», quien para dormir la siesta tiene que mantener la televisión encendida en una franca contradicción.

El hemisferio izquierdo del cerebro humano, que funciona como una computadora digital y monitorea los procesos crítico- analíticos mentales, entra en una especie de save- mode automático natural cuando se está ante la pantalla chica.

Un niño que pasa más de seis horas al día mirando televisión se convierte en un zombi ambulante antes de cumplir los quince años. De hecho, se ha comprobado que al cumplir los trece ese mismo niño ha presenciado alrededor de 25,000 crímenes a sangre fría sin poder diferenciar la realidad de la fantasía. Ahí están las raíces profundas de la violencia que impera en nuestras calles. El enemigo se encuentra dentro de nuestros propios hogares. Cho Seung Hui, el monstruo de Virginia Tech (que sufría de hiper actividad cerebral en combinación con ADD) se pasaba cuatro horas diarias pegado a la T.V. A pocas millas de distancia de esa institución universitaria se encuentra uno de los centros de programación mental (narcolepsia) más grandes de los EEUU donde se conducen y desde donde se dirigen experimentos indiscriminados de programación y de «Remote Viewing» (percibir a la distancia). Los programas de televisión son el reflejo vivo de lo que vivimos dentro de nosotros mismos y este reflejo es lo que vivimos como realidad objetiva. El enemigo vive entronizado en nuestra casa.

En la década de los cincuenta el gobierno norteamericano patrocinó un experimento conocido como el proyecto MK Ultra, concebido como una programación mental masiva o una contra-propaganda anti soviética (guerra sicológica). El cerebro reptiloide (sistema límbico) se activa y se estimula al sentarse ante la T.V. La «realidad» simulada nos parece real al disminuir la capacidad crítica en el área de la neocorteza cerebral, específicamente en el hipocampo, disminuyendo nuestra capacidad de raciocinar. Ahí es cuando nos manipulan subliminalmente a través de las imágenes televisivas con los mismos colores del calidoscopio con el cual dominan el subconsciente de nuestros niños a través de los nintendos y de los muñequitos.. ¿Se nos ha ocurrido analizar la razón por la cual los crímenes sangrientos tienen tanta prioridad en la pantalla chica? La televisión es la publicitaria por excelencia de todos los crímenes. Son el espejo fiel de nuestra sociedad violenta y promueven una colectividad policíaca donde reina el terrorismo. «El miedo es el motor de las masas», decía Joseph Goebels. No es coincidencia que los principales mega canales televisivos de los EE.UU. sean también propiedad de las grandes transnacionales que los usan como sus agencias publicitarias. Por ejemplo, la CBC es propiedad de la Westinghouse Corporation; la NBC lo es de la General Electric. Los anuncios comerciales son «vendidos» de manera subliminal sin uno apenas caer en la cuenta. Solamente se necesitan diez segundos de bombardeo cibernético para convencernos. ¿Qué papel juegan los sicólogos conductistas en el Pentágono y en los canales de televisión?

Precisamente el de manipular el subconsciente a través del sistema límbico. Un ejemplo clásico de lo que estamos diciendo fue la estampida producida por Olson Welles en Mercury Radio la noche de Halloween del 1938 cuando anunció un supuesto aterrizaje de los marcianos. En otras palabras que, tanto en los EEUU como en Latinoamérica vivimos sumidos en un profundo estado de sueño cataléptico donde la violencia es aceptada como normal. Un viaje narcoléptico dirigido telepáticamente y a control remoto haciendo que en un momento dado hagamos lo que los controladores decidan que hagamos sin nosotros darnos ni cuenta. ¿Qué quienes son nuestros controladores? ¡Adivina adivinador! Si no adivinas es porque eres uno de los controlados.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas