Narcos boricuas reciben ayuda RD
La organización envía la droga a varias ciudades de  Estados Unidos

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SAN JUAN, AP. Wilfredo Rodríguez vivía en una verdadera mansión sobre las colinas en las afueras de San Juan y tenía cuatro automóviles de lujo, incluido un Corvette.

Llevaba una existencia privilegiada, tomando en cuenta que trabajaba a tiempo parcial como personal de tierra en un aeropuerto, envolviendo mercaderías en plástico en el sector de cargas de American Airlines. 

Las autoridades dicen que Rodríguez se hizo rico escondiendo drogas en las mercaderías que despachaba en vuelos comerciales, parte de los cientos de toneladas de cocaína que pasa anualmente por Puerto Rico con destino a Estados Unidos.

Su reciente arresto refleja la magnitud de la batalla que libran las autoridades en esta isla, que ha sido inundada por el dinero de la droga y es uno de los territorios estadounidenses más violentos.

“Esto no es fácil”, comentó la fiscal general Rosa Emilia Rodríguez en una entrevista. “Esta gente gana mucho dinero y lo invierte en negocios. Tienen el equipo más sofisticado y los métodos más sofisticados”.

Si bien el grueso de las drogas que ingresan a Estados Unidos llegan a través de la frontera con México, se calcula que un 30% lo hace a través del Caribe y, según las autoridades, Puerto Rico es de lejos la escala más importante.

Es una escala atractiva porque, por ser territorio estadounidense, las mercancías despachadas a Estados Unidos no deben pasar la aduana.

El año pasado llegaron a la isla al menos 1,430 toneladas métricas de cocaína, según la Joint Interagency Task Force South, que coordina desde Cayo Hueso, Florida, la vigilancia de los cargamentos de drogas. Los cargamentos llegan generalmente por mar a Puerto Rico, procedentes de las islas vecinas.

Las autoridades estadounidenses dicen que narcotraficantes mayormente colombianos usan a Puerto Rico como escala y cuentan con la complicidad de narcotraficantes locales y de la República Dominicana.

Las ganancias de los intermediarios abastecen una floreciente economía subterránea.

Wilfredo Rodríguez, quien aparentemente ofrecía sus servicios a distintos contrabandistas, vivía en la casa más grande del barrio de Morovis, una localidad al sudoeste de San Juan.

La vivienda fue confiscada por las autoridades, junto con un complejo de apartamentos cercano propiedad de Rodríguez.

El empleado del aeropuerto le decía a sus vecinos que tenía una empresa que arreglaba techos y estaba agrandando constantemente su vivienda. 

Rodríguez está preso, acusado de reclutar otros empleados de American para participar en una operación que, según las autoridades, transportó 9,000 kilos (casi 20,000 libras) de cocaína a distintas ciudades de la costa este de Estados Unidos.

De ser hallado culpable, podría ser condenado a cadena perpetua.  Sus abogados dicen que es inocente.  Mientras que los traficantes y las personas dedicadas al lavado de dinero viven en paz en comunidades cerradas, la gente que más sufre los efectos del tráfico de drogas reside en complejos de viviendas públicas, conocidos como caseríos, que son verdaderas fortalezas controladas por los traficantes.

Los traficantes distribuyen la cocaína y la heroína que se queda en la isla, a cambio de los servicios de los intermediarios para transportar el resto a Estados Unidos. Las autoridades calculan que un tercio de la droga que llega a Puerto Rico se queda en la isla. 

La fiscal Rodríguez dijo que hay al menos un punto de distribución en cada uno de los 240 caseríos de la isla.  En el Llorens Torrens, el caserío más grande, a dos cuadras de la playa San Juan, la líder comunitaria Ana Guzmán dice que escucha disparos todos los días y que la violencia es la única vida que conocen sus residentes.

“La mayoría se metieron en esto porque alguien mató a su padre”, expresó.

El jefe de la policía de Puerto Rico José Figueroa Sancha declaró que los traficantes están usando cada vez más menores para distribuir las drogas dentro de los caseríos porque enfrentan castigos más livianos si son atrapados.

“Tenemos toda una generación cuya vida gira en torno a los puntos de distribución de drogas”, manifestó Figueroa Sancha.  La violencia va en aumento.

En lo que va del año ha habido 619 asesinatos, lo que representa un aumento del 8% en relación con el año previo, que fue el más sangriento en una década. Esta isla de 4 millones de habitantes siempre ha tenido índices de asesinatos más altos que los de Estados Unidos y la mayoría de ellos son atribuidos al narcotráfico.  Las autoridades consideran que el aumento de la violencia refleja el éxito de la batalla contra el narcotráfico.

“Si arrestamos a alguien, seguro que va a haber otros que quieren asumir el control del punto de distribución”, dijo la fiscal Rodríguez. “Esa es la razón de toda esta violencia. Se pelean por el control de un sector”. 

En los últimos tres años, unidades especiales arrestaron más de mil sospechosos de participar en el negocio de las drogas y ha habido redadas en un caserío en el que son detenidas decenas de personas. También aumentaron en casi un 80% las confiscaciones de drogas en el mar, cerca de las costas de Puerto Rico. 

La frase

Rosa Emilia Rodríguez

Si arrestamos a alguien, seguro que va a haber otros que quieren asumir el control del punto de distribución. Esa es la razón de toda esta violencia. Se pelean por el control del  sector”

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Confiscaciones

El año pasado fueron confiscadas en el mar 14,640 kilos (37,275 libras) de cocaína,  según el National Drug Intelligence Center. 

Un problema es encontrar testigos dispuestos a hablar, en parte porque la gente teme represalias. Además, hay toda una cultura de artistas de reggaeton surgidos de los caseríos que glorifican el mundo de las drogas y la violencia. Y no faltan los que se callan simplemente porque no quieren ser delatores.

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