Narra barbarie de paramilitares colombianos

Narra barbarie de paramilitares colombianos

BOGOTA,  (AFP) – “A veces nos obligaban a tomar la sangre de ellos (las víctimas), y cuando no había carne para comer la sacaban de los muertos”. Este es parte del testimonio de un ex miembro de los paramilitares colombianos que actuaron en el suroeste del país, donde se han exhumado los restos de más de 200 de esas víctimas, muchas de ellas desmembradas.

La narración es la de un joven de 24 años que ingresó a los 20 a las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC, extrema derecha) que actuaron en el departamento de Putumayo, fronterizo con Ecuador, y que será difundida en la noche de este viernes por el programa de televisión ‘Contravía’.

Conocido anticipadamente por la AFP, el testimonio fue obtenido por el espacio televisivo en octubre pasado, pero no había sido divulgado a la espera de que el joven ingresara al programa de protección de testigos de la Fiscalía General.

Confeso asesino de guerrilleros, campesinos y hasta de su propio “lance” (compañero de lucha), este ex paramilitar cuya identidad se mantiene en reserva por seguridad, describió la barbarie de la guerra de los paramilitares contra las guerrillas izquierdistas, que estimativos no oficiales indican dejó unos 9.000 muertos.

Hasta ahora, la Fiscalía ha logrado exhumar 700 cadáveres de esas víctimas en todo el país, según informó recientemente el fiscal general Mario Iguarán, al reportar el hallazgo de 105 cuerpos en 65 fosas comunes descubiertas en el Putumayo, con lo que ascienden a 211 los encontrados en esa región.

El Putumayo es una de las zonas del país donde se vivió con mayor intensidad la guerra paramilitar, y a juzgar por el testimonio de este ex combatiente, con mayor barbarie.

El joven negro y oriundo del empobrecido departamento de Chocó (costa Pacífica) asegura que cuando ingresó al grupo de las AUC que combatían en la región sur de Putumayo, la instrucción que recibió fue aprender a matar y cortar en pedazos a las víctimas.

“Ellos, los comandantes, los traían (a los capturados) atados de pies y manos. Para que no gritaran mucho le cortaban aquí -dice señalando la vena yugular-, entonces, algunas veces, antes de cortarles la cabeza, el comandante ponía un vaso y nos hacía tomar la sangre”.

“Nos decía que era para que cogiéramos valor”, agrega, para seguidamente asegurar que “uno de los comandantes, al que le decían ‘Muelarica’, a veces cortaba carne de las nalgas de las víctimas, la echaba a la paila y nos la hacía comer para que no nos muriéramos de hambre”.

“A las mujeres que capturaban las amarraban con la piernas abiertas y las violaban. Una vez una guerrillera que capturamos, que le decían ‘Daniela’ y tenía como 17 años, gritaba que la mataran mientras la violaban”, continuó relatando, casi impávido, mientras se frotaba nerviosamente las manos.

Describió también una especie de ritual para sepultar a las víctimas: “Las fosas se cavaban de unos 70 cm (de profundidad), por eso (los cuerpos) se picaban bien para que cupieran”.

Tras admitir su participación en varias matanzas, el joven afirma no saber cuántas personas mató su grupo, limitándose a decir que fueron “muchas las personas que matamos”, puntualizando que la mayoría eran guerrilleros, pero reconociendo: “también matamos muchas personas que eran inocentes”.

“En El Tigre (un corregimiento del Putumayo), una vez, me contaron los compañeros que mataron a entre 80 y 100 personas, entre ellos 45 niños. Ese día el río estaba sucio, las aguas que bajaban eran pura sangre”, concluyó.

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