Narraciones escamosas

Narraciones escamosas

FEDERICO HENRIQUEZ GRATEREAUX
Tengo la impresión de que Ladisalo Ubrique era azuzado por algunos de sus colegas para que escribiera alrededor de asuntos políticos peligrosos. Esos profesores no entendían bien cuál era el propósito general de los últimos escritos que él publicó en Budapest. Desde luego, ese no era el caso de Panonia; ella estaba convencida de que Ladislao merecía ser ayudado en su «extraordinario proyecto editorial».

Lo admiraba sin reservas; ella sí conocía sus ideas en plenitud, porque lo trataba de cerca en la Universidad. Por eso se esforzaba en conseguir documentos que sirvieran a la tarea que Ubrique se había impuesto. Él pretendía abarcar, en una escamosa narración poliédrica, un extenso período de la historia contemporánea. Así empezó la cosa. Pero, una vez mordida «la carne de la historia», tuvo que correr con ella en la boca. La policía quería arrestarlo por su influencia en el estudiantado. No le quedó más remedio que emigrar. De lo contrario, «la historia» se habría encargado de partirle el pescuezo.

– El crítico Kisfaludy no examinó el contenido ideológico de los primeros escritos de Ladislao Ubrique; consideró, en primer lugar, la forma; dijo que adolecía de «indefinición genérica». Ya sabes, Kisfaludy es el tipo super elegante que solo usa corbatas verdes. Un simplón de buena familia, decidido a no molestar al gobierno ni con el plumón de un pajarito cojo. Un día Ladislao se quedó dormido en el Parque de la Fraternidad, en La Habana. La noche anterior había bebido varios tragos de ron cubano e iniciado una relación amorosa con una mulata encantadora. Al despertar, anotó sus opiniones acerca del género literario en que debía expresar unas ideas tan controversiales y complejas. Esas notas las hizo circular a través de amigos extranjeros que visitaron la Unidad de Investigación Social donde él trabajaba, en Cuba. Eran reflexiones sobre las técnicas narrativas tradicionales; cuestiones formales, estilísticas, de lenguaje. La policía secreta lo echó de menos esa noche al no regresar al hotel y le buscó por todas partes; menos en el parque; también le siguió la pista un perro guardián de una cafetería de La Habana, el indolente Cachimbo, «de raza indefinida y rabo movedizo», según contó el mismo Ladislao a un sociólogo español.

– El perro sí llegó hasta el parque; encontró a Ladislao echado en la grama con una libreta de apuntes y un diccionario. Brincó, hizo cabriolas, lo lambisqueo cariñosamente, y luego le acompañó protectoramente hasta la cafetería. El sociólogo redactó un informe sobre su viaje a las Antillas. Rendir el informe era lo único que le exigía la institución que pagó su pasaje a La Habana. Las particularidades del español cubano causaron sorpresa a este sujeto. Al contar la anécdota del perro Cachimbo, descubridor de «el paradero del húngaro», indica que eso de «rabo movedizo» se aplica a las mujeres que cambian de marido con frecuencia; y a las que tienen nalgas muy grandes. «Rabo», en las Antillas, es sinónimo de culo. No significa únicamente cola, la cola de un animal.

– Está bien, Ignaz; pero acaba de explicar la cuestión del género literario apropiado para el «Memorial del siglo XX». ¿Qué quieres decir con eso de narración escamosa? Miklós, ten paciencia. ¿Recuerdas aquella carta de Ladislao, en la que reproducía el «slogan» publicitario: «agua y jabón, combinación sabrosa»? Dijiste que, probablemente, Ubrique se había desleído y trivializado al vivir en la isla de Cuba. Pues no es eso, Miklós; intentaba decir, con una frase popular, que las mujeres cubanas son más aseadas que las europeas. ¿No crees que podría haberse enamorado de una mulata habanera? La expresión: mulata «de rabo movedizo», no solamente sugiere liviandad o coquetería, significa, además, «mujer que baila bien». Yo no puedo explanar bien este punto porque nunca he visitado esas islas «de sol y cocoteros». – Cuando tu y yo hicimos el curso de literatura comparada nunca oímos hablar de «narraciones escamosas». – Es cierto, nunca se mencionó esa modalidad del relato; parece un procedimiento nuevo. Creo que se trata de un método experimental muy reciente. Digamos que los peces tienen el cuerpo cubierto de escamas. Para apreciar su carne, o analizarla, es preciso remover las escamas. La realidad histórica, Miklós, se aclara levantando las duras escamas de los prejuicios de nuestra educación. El padre de Ladislao Ubrique citaba, de un pensador español: «la razón histórica no consiste en inducir ni en deducir sino en narrar». Esa sentencia sirvió al hijo para completar las ideas de Milán Kundera sobre la novela actual: pensar, describir y narrar, todo junto, con el fin de explorar la existencia desde todos los ángulos.

– Finalmente, Miklós, con escamas metálicas se fabricaban en la antigüedad las corazas de los caballeros que iban a la guerra. Despegar las escamas y mostrar lo que hay debajo de ellas es, al mismo tiempo, una técnica de arqueólogos. Ellos levantan con cuidado las capas de tierra que cubren la historia. Esta manera de trabajar e investigar puede adaptarse a la literatura. La gente disfrutaría así del espectáculo resultante de poner al descubierto los objetos enterrados. Sin embargo, los editores de estos tiempos viven pendientes de las «preferencias del mercado». Recomiendan al escritor las ventajas para vender que resultan de acomodarse a los gustos de las masas, de los «consumidores finales». La vieja novela, la del siglo XIX, llegó a ser lectura favorita de las clases alfabetizadas de Europa. En nuestra época, las novelas han perdido su valor nutritivo, artístico e intelectual. Se ha reducido su calidad hasta convertirlas en recipientes de leche totalmente desnatada. Praga, República Checa, 1993.

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