¿Naufragará la reforma fiscal?

¿Naufragará la reforma fiscal?

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
La reforma fiscal peledeísta ha llegado al Congreso con todos los vaticinios de que será muy difícil su aprobación, o sería sometida a severas modificaciones que alterarían por completo los objetivos fiscalistas establecidos por el gobierno, de asegurar un mejor cumplimiento con los ingresos y sus metas para el 2006, independientemente de las exigencias del FMI o de la entrada en vigencia del CAFTA-DR.

Las autoridades fiscalistas del gobierno vieron en la reforma fiscal, impulsada por la necesidad de adecuarse a las exigencias foráneas y a la realidad de la integración comercial con Estados Unidos y América Central, una gran oportunidad de aumentar dramáticamente sus ingresos, pese a los argumentos de que cuando se elimine la comisión cambiaria se reducirían sus ingresos, pero a sabiendas que están lidiando con un presupuesto altamente deficitario.

El presupuesto para el 2005 fue estimado en unos 220 mil millones de pesos, y hasta ahora sus mejores meses de ingresos no han podido superar los 14 mil millones de pesos, que evidentemente arroja un tremendo déficit que sería cubierto con endeudamiento externo, lo cual no ha podido cristalizarse por la timidez gubernamental peledeísta de acelerar los casos pendientes con la justicia y de los bancos quebrados, que ha sido una de las condiciones que los organismos internacionales han establecido como imprescindible para que el país pueda accesar a las ventanillas del dinero fresco de los más diversos créditos de buen origen.

En el Congreso, a tan solo unos ocho meses para ser renovado en las elecciones de mayo del 2006, sus legisladores están jugando a la demagogia y con el sentir de la gente, que no quiere más impuestos, ya que la experiencia que más dinero en manos de Estado es más despilfarro y corrupción debido a que ese dinero, o es dilapidado por los burócratas del gobierno, o debe ser abonado a los legisladores, que con sus diversas ONGS, necesidades y para aprobar este engendro fiscal, recibirían más dinero, que no se traduciría en mejores escuelas, ni mucho menos en mejores hospitales cumpliendo con las demandas de una población que siente cómo se le engaña y cómo los recursos se diluyen para beneficio de quienes detentan el poder.

La tarea del gobierno es dura para convencer y torcerle el pulso a los legisladores, ya que es notoria su oposición a más impuestos, máxime cuando se modificaría la base del ITBIS para insertar de contrabando a numerosos productos básicos de consumo masivo, que sin dudas era el objetivo de los fiscalistas oficiales que hasta ahora, si bien han realizado un buen trabajo con el aumento de las recaudaciones y la ubicación de los evasores o de nuevos tributantes, tiene de frente una recia oposición de sectores que nunca han reportado sus ganancias reales y se valen de sus empresas hasta para colocarse sueldos de menos de $22 mil pesos, poseyendo villas en La Romana o solares en el exclusivo Cap Cana.

Es indudable que el sector turístico tiene sus razones para patalear de que no se le apriete tanto al sector, que vería menguar sus ganancias ya de por si afectadas debido a que ellos querían una tasa de cambio del 50 por 1, sin importarle el destino de los demás dominicanos. Esa actitud es similar a los burócratas peledeístas, que no les importa la suerte de los gobernados, pese a sus hermosos spots acerca de la pobreza, cuando a rajatabla y con tozudez increíble quieren imponer sus criterios fiscalistas para doblegar a los dominicanos que no estamos a sus niveles, como ellos, que se consideran como los impolutos seres que los demás semejantes deben darle las gracias por dignarse vivir entre nosotros y ofertar su sapiencia y experiencia para gobernar un país como si se tratara de gran favor que nos están haciendo, sin tomar en cuenta que su actitud les está destruyendo la tremenda base de apoyo con que ganaron las elecciones de mayo del 2004.

Es indudable que el país necesita un mecanismo fiscal más idóneo y razonable para que las recaudaciones reflejen la riqueza del país y de sus habitantes, pero la tradición de los fiscalistas ha sido siempre fijarse cómo lograr ingresar más dinero para que los políticos puedan disponer del mismo a su antojo cuando aumentan los grado a grado, compras raras sin concurso, o se da un despliegue de vehículos de lujo, que para ocultar su origen y uso se dice que fueron vehículos embargados por las Aduanas, actuando de una manera similar a la de aquellos oficiales policiales que usufructuaban decenas de vehículos robados y recuperados, y sus dueños les era difícil que los volvieran a utilizar. En definitiva la reforma fiscal, si se aprobase, sería otro parche que iría a engordar el gasto público de Priego, que no se va a traducir en mejorías sustanciales de la educación, salud, carreteras, canales y mejoría de la conducta cívica de los dominicanos.

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