Navegando con dirección a la popa

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POR ARTURO MARTÍNEZ MOYA
Según cómputos del Banco Central, el costo de la crisis de pasivo de Baninter, Bancrédito y Mercantil, ascendió a ciento nueve mil ciento cincuenta millones de pesos, más de dos mil millones de dólares a la tasa de cambio de la época, por facilidades otorgadas en diferentes fechas para liquidéz, para pagar a depositantes, para la adquisición de carteras y para otros fines. La crisis, de tan sólo haberse manejado adecuadamente, pudo haber terminado sin mayores problemas sociales, al tiempo de evitase el temido contagio.

Pero resulta que las autoridades monetarias escogieron la peor de las salidas, le pagaron a todo el mundo, a grandes, medianos y pequeños depositantes, sin importar la moneda, monetizaron los pasivos de los bancos en crisis, y como no colocaron a tiempo los certificados de inversión, así como lo manda el librito, sobrevino lo que dicen los textos, pérdida de confianza en las autoridades y en la política monetaria, mientras la tasa de cambio, los intereses y los precios se dispararon. El error fue costoso, con consecuencias económicas para todas las familias dominicanas, y políticas para el gobernante, que por la gravedad de la crisis financiera, el deterioro social y porque no supo distanciarse a tiempo del error de las autoridades monetarias, como lo acostumbraba el Presidente Balaguer, perdió la reelección.

Fue tan torpe el manejo monetario, que basta con decir que los resultados de mayo del 2004, eran impensables en febrero del 2003. La economía había cerrado en el 2002 con un buen balance y ritmo, el PIB había crecido 4.3 por ciento, a pesar del shock petrolero, la inflación cerró en 11 por ciento, las tasas de interés activa y pasiva de los bancos comerciales promediaron 26.6 y 14.8 por ciento, respectivamente, con un márgen de intermediación relativamente alto de 11.8 por ciento, que se debía a los problemas estructurales del sector (encaje legal alto, falta de competencia en el negocio bancario, elevada estructura salarial, pago de gastos en que incurren accionistas-ejecutivos de primera línea, entre otros no menos importantes).

Desde el punto de vista oficial, quién es responsible de la crisis de pasivo de los bancos? No se puede ser injusto, y decir que la culpabilidad recae en el gobierno del Presidente Hipólito Mejía, y ni siquiera que fue debido a que el gobierno del Dr. Leonel Fernández (1996-2004) no hizo lo que debía, porque los reportes indican que se inicia bien temprano en la década de los noventa del pasado siglo XX. Si de buscar culpables se trata, se debe decir que fue por la falta de carácter de los responsables de hacer y aplicar políticas monetarias y bancarias, para cuestionar créditos a empresas vinculadas, accionistas y a directivos, así como para adoptar iniciativas para evaluar activos, capital, la gerencia, liquidéz, rentabilidad, y asignar puntajes, a fin de impedir nuevos préstamos y obligar a los accionistas a cumplir con un plan de saneamiernto, como se acostumbra en otros países más avanzados, como es el caso de los Estados Unidos de Norteamérica.

Después de siete meses de gobierno, de manera específica qué han logrado las nuevas autoridades? Convertir la crisis de pasivo de los tres bancos comerciales en una crisis de pasivo del Banco Central, institución que en ese lapso ha visto crecer su deuda con el público en más de cuarenta por ciento, una deuda exigible en el muy corto plazo. El aumento del endeudamiento, no es sólo porque han regresado en forma de depósito parte de las facilidades otorgadas a Baninter, Bancrédito y Mercantil, se suma la liquidéz excedentaria de la banca comercial, que por las fuertes restricciones impuestas al crédito, aumenta cada vez más, así como también se suman los pesos de los capitales ingresados al país para aprovechar el diferencial de tasas de interés. La tasa de cambio se ha reducido en 40 por ciento (de 42 a 29 pesos), por el endeudamiento del Banco Central ha crecido en el mismo porcentaje. El gobierno falla en lo básico, no promueve las medidas fiscales necesarias para pagar los intereses del pasivo del Banco Central, y para el desmonte de los certificados de inversión en dos ó tres años, y peor aún, no presta la atención debida a la formación de deuda en el Banco Central. Las autoridades monetarias prefieren mantener una contienda estéril contra la inteligencia de los inversionistas en certificados, un error con efectos perversos en cualquier plazo. Creen que el tiempo se encargará de resolver el problema.

El gobierno, y las autoridades monetarias, han convertido la capitalización de la banca comercial en un problema que podría degenerar en crisis. Como resultado, la banca comercial aplica una política de venta de acciones, corriendo el riesgo de pérdida de la propiedad, el capital tendrá que venir del exterior. Sin preguntarle a los accionistas, el gobierno se comprometió con la capitalización de los bancos en un plazo breve, en dos años, para ponerlos a la par con los estándares internacionales. Es suficiente decir, para demostrar la poca posibilidad de éxito que tiene, que no hay experiencias de países que lo hayan logrado en tan corto tiempo. Pero el asunto no se queda ahí, las autoridades han creado una crisis de activos del sistema bancario, que elimina la posibilidad, por lo menos en el plazo de dos años, de la capitalización en base a utilidades no distribuídas. Los préstamos privados se han reducido en más de treinticinco mil millones de pesos, nuevamente porque el gobierno se comprometió con el FMI a que en dos años se implementaría el sistema de normas prudenciales y de exigencias crediticias, según los estándares internacionales.

En el sector real de la economía los resultados no son mejores. Para el 2005 se pronostica un decrecimiento de la producción, el aumento del desempleo en las empresas de zonas francas, posiblemente en los hoteles, en las empresas industriales y comerciales de diferentes tamaños, y en las micro-empresas que apoyan a las empresas de zonas franca, dan fuertes indicaciones en ese sentido. La inflación, por el shock petrolero, deberá ser de dos dígitos, y los precios siguen por la nube, mientras la gente dice que aquí no se puede vivir. La sobrevaluación del peso se ha convertido en un fuerte incentivo al consumo de bienes importados, por el subsidio de cuarenta por ciento, penalizando al mismo tiempo las exportaciones de bienes y servicios, las remesas y los ingresos de capitales.

Es compartida la responsabilidad de la difícil situación por la que atraviesa la familia dominicana. Por un lado, parte recae sobre los hombros de los que diseñaron la torpe política monetaria para enfrentar la crisis de pasivo de los tres bancos comerciales, pero el peso mayor es evidente que lo sobrellevan los que la convirtieron en crisis de pasivo del Banco Central, de capital de los bancos comerciales, y de activos de todo el sistema bancario. Se mantienen aplicando un errado criterio monetario para enfrentar el déficit cuasi fiscal del Banco Central, y lo que han hecho es empeorarlo, además de que la economía se encamina a una peligrosa trampa de liquidéz, combinada con interés pasivo bajo y tasa de cambio también relativamente baja. Se trata de un fenómeno que reiteradamente se desaconseja en la literatura económica, se supone que cuando un precio sube el otro debe bajar, pero aquí se han inventado que los dos precios (interés y tasa de cambio) deben caminar de la mano.

Erróneamente, el gobierno se ha comprometido con una tasa de cambio de menos de treinta por uno, y lo plantea como un logro político que quiere que le reconozcan, pero no se da cuenta de que está repitiendo su error del cuatrenio 1996-2004, en aquella ocasión con el precio de las gasolinas, gasoil, avtur y glp. Se recuerda que prefirió perder ingresos y subsidiar el consumo de los combustibles, bajando los diferenciales, y ahora nuevamente subsidia el consumo de los combustibles, pero con un mecanismo diferente, con la sobravaluación del peso, que acarrea consecuencias peores. De continuar con el error, queda claro que en poco tiempo se podría estar hablando de un cuatrenio perdido, de una política fiscal débil, con sobrevaluación del peso, de precios internos con insuficiente flexibilidad hacia la baja, todo conducente a un deterioro de la economía familiar.

Se debe evitar que la economia haga agua, y para ello es necesario reorientarla, las autoridades deben entender que el asunto no se reduce a cumplir metas ó topes. Los hombres de talento, como los tiene el gobierno, no se conforman con tan poco cosa, al menos así confía la sociedad. Se debe diseñar y aplicar un plan económico de mediano plazo, que dirija el barco en dirección a la proa y hacia puerto seguro, fuera del alcance de tormentas económicas externas ó internas. Es necesario identificar los sectores creadores de empleo y de aumento de la producción, donde sea desean las inversiones privadas. Pero cuidado, mientras tanto, las zonas francas deben ser preservadas. Lo anterior, al tiempo de que se plantea la solución, y no la postergación, del problema que representa la acumulación de pasivos en el Banco Central. Así es que yo veo lo que resta del gobierno. De lo contrario, se perdería tiempo, con elevado costos económicos y sociales.

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