Navegando en círculos, ¿cómo se avanza?

Navegando en círculos, ¿cómo se avanza?

Cantos de sirena se oyen a lo lejos. La música, con toque celestial, nos envuelve y nos abraza como cuando amamos. Todo es perfecto. El ambiente, el clima, la intención. Nada puede perturbarnos jamás.

Así, en la felicidad del arrullo, podríamos quedarnos toda la vida. Pero entonces llueve. Y despertamos, bruscamente, de nuestro tibio sueño. La ilusión se esfuma. El golpe de la realidad se impone y nos masacra.

Salimos y nos encontramos, nueva vez, con que la ciudad ha dejado de serlo. De repente es río, es dudas, es peligro y desidia. Como siempre, a pesar de las miles de promesas hechas por el síndico Roberto Salcedo, volvemos a temer no llegar a destino y la travesía se convierte en la peor de las pesadillas.

No sé cuántas veces escribiré de lo mismo. Estoy cansada de ello. República Dominicana no supera sus males. Y nos piden que confiemos. Pero, ¿cómo confiar en quienes nos traicionan una y otra vez?

Pensar en cualquier área es hablar de inacabadas historias. El puente de Baitoa, por ejemplo, sería reconstruido a partir de enero pasado. Aún esperan allí por el ministro de Obras Públicas, Víctor Díaz Rúa.

Lo mismo pasa con muchas escuelas, barrios, pueblos, personas… todos somos, para el gobierno, como las aguas que cayeron el lunes pasado: eso que se recuerda sólo cuando molesta y se olvida al instante.

Mientras eso sucede, escuchamos cómo nos vuelven a prometer. Esos son los cantos de sirena con los que quieren arrullarnos. Pero, ¿seguiremos dejándonos envolver en esa magia mientras nos toca navegar, una y otra vez, sobre aguas turbulentas? Esto no cambiará. Rompamos el círculo. Avancemos. Dejémosles solos en su mar.

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