He tentado al Señor pidiéndole un prodigio, un milagro patente, cerrados los ojos al milagro vivo del universo y al milagro de mi mudanza. Miguel de Unamuno, Diario Intimo.
Padre Nuestro. Padre; he aquí la idea viva del cristianismo. Dios es Padre, es amor. Y es Padre nuestro, no mío. ¡Ay, Dios mío!
Santificado sea tu nombre. No se oigan alabanzas más que de Ti y a Ti se refiera todo, que así habrá paz y morirá la soberbia.
Venga a nos tu reino, venga a nos, y no vayamos a él. Sin Tu gracia no podemos llegar al reino de la vida eterna, y ¿Qué es la gracia más que llevarnos Tú a él?
Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. Suprema fórmula de la resignación y de la paz…
El pan nuestro de cada día danosle hoy, Hoy, sólo hoy ¿quién es dueño del mañana?
Perdónanoss nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. ¿Nuestros deudores? ¿Qué nos deben? Esto o aquello que proviene del Señor. ¿Es mío lo que me deben? Y yo debo todo lo que soy, me debo a mí mismo.
Y no nos dejes caer en la tentación. No confiemos en nuestras propias fuerzas, que quien ama el peligro en él perece. Mas líbranos del mal. Es de lo único que debemos desear ser libres, de lo que el Señor sabe que es nuestro mal, no de lo que creemos nosotros que lo es… Miguel de Unamuno, Diario Íntimo.
Hace unos días comenzó un nuevo diciembre. Preámbulo de la navidad, de la celebración olvido, de la llegada de Jesús, aquel niño nacido del vientre de María, creado, según la historia bíblica, por obra y gracia del Espíritu Santo. Este pequeñito judío, abrió sus ojos al mundo en un ambiente de extrema precariedad y pobreza. Vino al mundo a traer en un mensaje de paz, pero allí en su tierra, la sangre y la destrucción se han apoderado de ella. Judíos y palestinos se libran a una lucha eterna por mantener sus hegemonías, coches bombas destrozan lo que encuentran a su paso, misiles y tanques responden con la misma fuerza y encono. En esa tierra elegida por Dios se ha roto en miles de pedazos el mensaje de amor del niño Dios que vino a salvar el mundo. ¡Qué dolorosa ironía!
Otro año más en que se ha perdido el espíritu de la navidad. Estos días de diciembre se sucederán en medio de fiestas y algarabías, como si la gente quisiera olvidar la crisis que nos envuelve y golpea. Creo que se atenuarán por las precariedades las obligaciones sociales del regalo cumplido que hacemos cada año. Las limitaciones nos obligarán a ser austeros sin proponérnoslos. El cumplimiento, será menos trágico, menos cumplo, y por ende menos miento. De todas maneras, los gritos y la alegría subirán por los cielos, forma espontánea de olvidar. Significa entonces que una vez más hemos perdido el sentido de la navidad. ¿Dónde ha quedado el verdadero el sentido de la navidad? ¡Pobre niño que eligió nacer para salvar el mundo y su nombre apenas se rememora en pequeñas esculturas que adornan un árbol iluminado!
Me pregunto, como lo hacen muchos también, ¿Qué puedo celebrar hoy? ¿Qué podemos celebrar todos? ¿Qué podemos celebrar con entusiasmo? Que somos más pobres quizás. Que una nueva esperanza se ha desvanecido, tal vez. O que para sobrevivir y no sucumbir, tenemos que ser más creativos. Quizás también que la risa sigue formando parte de nuestro haber, sin que por ello se haya borrado tanta tristeza que nos arropa. Que seguimos apostando al futuro, a pesar de que el horizonte se ha hecho más lejano.
En medio del dolor y la desesperanza, quiero recordar en este día de diciembre al verdadero Jesús, o como lo llama Juan Arias, el hombre que fue el profeta de lo imposible: Sus mismos milagros nunca los presentó como algo extraordinario, sino como formando parte de la economía de Dios, que escucha las plegarias sencillas y angustiadas de sus hijos. Creo, parafraseando a este autor, que nuestra humanidad se ha deshumanizado con el conformismo, lo obvio, lo fácil, lo que no crea problemas ni dificultades, porque ha hecho la opción de lo posible, olvidando que en el abismo de lo imposible se encuentra el gran misterio de la divinidad, y por qué no, el gran reto de nosotros, los seres humanos.
Y como desee hace unos años, mis deseos en este tiempo navideño que se acerca es que el espíritu de la navidad se haga presente entre nosotros. Que hagamos la opción de vida de transformar nuestra sociedad, haciéndola cada día más justa y más humana. Que el sentido del amor y la compasión por los seres que nos rodean puedan sustituir la ambición, el vicio, la envidia y la insensatez. Que en esta navidad recuperemos al verdadero Jesús, el profeta de los sueños imposibles, de las utopías transformadoras, de la bondad absoluta y el amor profundo. Que así sea. Amén.