Navidad, derechos humanos y paz

Navidad, derechos humanos y paz

HOMERO LUIS HERNANDEZ SANCHEZ
En un mundo desgarrado por la violencia, guerras fraticidas, invasiones, violación a los más elementales derechos en muchas partes del mundo y con sus valores invertidos muchas veces, en este tiempo de Navidad, no podemos más que hacer una pausa en nuestras labores y tratar de dedicar un tiempo de meditación y oración. Oímos hablar -y leemos todos los días- de atrocidades cometidas en toda la órbita de la tierra. De actos de terrorismo, de crímenes. Y una parte y la otra se acusan y se contra-acusan la culpabilidad de los hechos.

Frente a la agresividad de las agencias internacionales de comunicación, todos debemos convertirnos en «expertos» de los derechos humanos, desarrollando una sensibilidad que permita reconocer las violaciones de esos derechos y la valentía que nos permita luchar en favor de esos derechos, ya sea cuando se violen en nuestra cercanía inmediata o golpee en los pueblos más lejanos y recónditos de la tierra en relación a nuestra región. Sin importar quienes sean los que los cometan.

Los principios de los derechos humanos, sobre un plan filosófico como legal, parten del postulado de que cada individuo puede legítimamente reivindicar ciertas libertades y ciertos derechos.

Los derechos humanos son un concepto político basado sobre implicaciones morales estrechamente ligados a los conceptos de justicia, de igualdad y verdadera democracia. Lamentablemente violados en innumerables lugares de la tierra. No solamente se violan los derechos humanos y se cometen actos de terrorismo con bombas, balas, morteros o armas sofisticadas, sino al negarle a cualquier ser humano el derecho al pan, leche, la salud o vivienda, y a los pueblos en general, hasta el derecho al desarrollo.

¿O es que existe un terror mayor que el de una madre frente a sus pequeños gritando por una comida que no llegara porque la sociedad injustamente desequilibrada le niega ese derecho elemental?

¿No es terror la existencia de cientos de cientos de miles de seres humanos que padecen y mueren sin ser atendidos por el solo hecho de estar imposibilitados de obtener las medicinas necesarias para sus males, por carecer de los medios para lograrlas?

Puede ser que la lucha por los derechos humanos y la justicia comience cuando nos resistamos a las veces interiores del miedo y la apatía, que malignamente a veces, nos sugieren que nosotros no podemos hacer nada y así nos empujan a aceptar lo inaceptable. Generalmente son los actos de los individuos -actos de valentía ordinaria raramente reconocidos -los que logran el progreso por la causa de la dignidad humana

Por eso vale la pena traer a colación en este tiempo de Navidad, la Historia de los Tres Reyes Magos del Oriente, que vinieron a venerar al Niño Dios al portal de Belén ofreciéndole sus riquezas de oro, incienso y mirra. Y la del cuento infantil de un pequeño tamborilero que, deseando asimismo venerar al Hijo Dios, pero como era muy pobre lo único que pudo ofrecerle fue el sonido infantil de su pequeño tambor.

Así también, careciendo de esas riquezas materiales de los Tres Reyes Magos de Oriente, pero dotado de las mayores riquezas morales adquiridas en el hogar, y tratando de tener la misma suerte del pequeño tamborilero, solo puedo ofrecerle al Niño de Belén en su día para finalizar el año, mi pluma y mi invocación por aquellos que sufren injustamente en todos los rincones de la tierra. Deseando simplemente que todos en el mundo contribuyamos, cada uno a su manera y sus posibilidades, con nuestros esfuerzos personales a la construcción de un mundo mejor y más justo.

Con la esperanza de tener la misma suerte que el pequeño tamborilero, que cuando el Niño Dios escuchó el sonido infantil de su tambor, en señal de aprobación le abrió los ojos y le sonrió.

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