Navidad: Dios habla desde la humildad

<p>Navidad: Dios habla desde la humildad</p>

REYNALDO R. ESPINAL
Como ser humano que realiza un esfuerzo honesto por creer, esfuerzo que realizo desde el ámbito del cristianismo católico, -no dejo de admitir lo difícil, por no decir imposible, que resulta- máxime para aquellos que no están adheridos a ninguna cosmovisión religiosa determinada- aceptar la realidad de un Dios “abstracto”, “causa de la causas”, y demás aditamentos metafísicos que nos refieren a lo más granado del pensamiento escolástico pero que dicen poco al ser “de carne y hueso” que vive y sufre y al que era tan sensible Don Miguel de Unamuno.

Ante un Dios así, como afirmara el gran filósofo Danés Soren Kierkegaar, resulta difícil “caer de rodillas”, distancia que Voltaire llevó al extremo en su “Cándido” al expresar con acritud que “Dios se preocupa de la felicidadde los hombres tan poco como el capitán de un barco por las ratas que pululan en su bodega”.

La dificultad se acrecienta, aún más, si asociamos la ideade Dios con uno de los atributos que de él nos presenta la teología dogmática clásica: su omnipotencia.

Para quien se disponga a pensar en ello con un mínimo deprofundidad no resulta fácil comprender el mundo desde laperspectiva de un Dios omnipotente.

Y ello no sólo por lo que atañe al dolor y el sufrimiento como resultado del libre albedrío de los seres humanos- llámese guerras, hambre, injusticias o pobreza- sino, lo que es aún más dramático, en aquellas situaciones límites donde sin que la mano  se hace visible el mal y se pone de manifiesto la vulnerabilidad humana: tal el caso, por ejemplo, de la enfermedad y la muerte .

Uno de los acontecimientos más viles y degradantes del siglo XX, el genocidio de Hitler contra los judíos, ha sido uno de los momentos terribles del pasado siglo que ha provocado más profundas reflexiones- y las sigue provocando en la actualidad- sobre la conocida tesis del “silencio de Dios” ante el mal y el sufrimiento humano.

Pienso, por caso, en el gran filósofo de la religión y pensador del siglo XX, Hans Jonás, de ascendencia Judía, quien en una conferencia en la Universidad de Tubingen en 1984 titulada “La idea de Dios después de Auschwitz”, se refirió con perfiles dramáticos a aquel infausto acontecimiento.

El, hijo de una víctima del holocausto, expresó: “no hubo ningún milagro salvador en aquellos años terribles de Auschwitz. Dios callaba” (Aber Gott schwig). Su radicalidad de pensamiento llegó tan honda que, con el propósito de no negar la bondad de Dios negó su omnipotencia al afirmar que: “La bondad de Dios sólo es compatible con la existencia del mal si Dios no es omnipotente”, “Dios nointervino en Auschwitz no porque no quisiera, sino porque no pudo”, afirmaciones que, desde luego, para evitar falsas confusiones, es preciso ubicarlas desde la mística judía y que resulta inadmisible para el pensamiento teológico católico por argumentos que no viene al caso desarrollar aquí. Basta lo antes dicho para abonar a la tesis de que, me inclino a favor de los que creen que es más fácil orillar el misterio inefable de Dios a través de la imagen humilde y sencilla del niño de Belén. Desde siempre el pensamiento teológico cristiano ha sostenido dos verdades de fe esenciales, donde se resume sugran promesa esperanzada de pervivencia más allá de la muerte, a saber : que “Dios se hizo hombre”, o mejor decir, “que se hizo niño”, y que en él Dios ha ofrecido al género humano “la salvación”, de tal suerte que para los cristianos la salvación no está en “algo”, sino en“alguien”, y en alguien que precisamente ha querido mostrar su señorío, no a través de la arrogancia y la prepotencia, sino de la sencillez, la humildad y el amor.

Creo que es aquí donde se condensa el gran misterio de la Navidad, misterio ante el cual los creyentes y no creyentes de esta alocada postmodernidad, anestesiados por el consumismo, hemos ido perdiendo poco a poco nuestra sensibilidad.

Ello no fuera de lamentar si no fuera por el hecho tan cierto como desolador de que a medida que vamos perdiendo sensibilidad ante este misterio menos sabemos lo que somos ni la grandeza de que somos portadores, muy apesar de nuestra fragilidad, de nuestras desavenencias y nuestros egoísmos.

El Papa Juan Pablo II, de feliz recordación, en su Profunda Encíclica “Redemptor Hominis” (Redentor de Hombre), con la que dio inicio a su fecundo Pontificado escribió: “Elmisterio del hombre sólo se esclarece a la luz del verbo encarnado”. Me he preguntado muchas veces si era esta la verdad que barruntaba Ortega y Gasset- que nunca fue, cabe decir, un creyente  confeso, al decir que.

“Si Dios se hizo hombre es que ser hombre es lo más grande que se puede ser”, lección que no deberíamos olvidar nunca ante tantas cosas y personas banales que cada día amenazan con tomar posesión de nuestras vidas, reducirnos a simples objetos de usar y tirary disfrazar, cuando no sepultar, nuestras más auténticas y profundas ilusiones.

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