Navidad en pandemia

Navidad en pandemia

Resulta ilógico pensar que sea humanamente posible extraer algo tangible de la nada. El presagio, definido en el diccionario de la Real Academia Española como “Señal que indica, previene y anuncia un suceso favorable o contrario.

Especie de adivinación o conocimiento de las cosas futuras por las señales que se han visto o por movimiento interior del ánimo, que las previene”. Hoy sabemos que la gran base de datos desde donde brota el pensamiento está contenida dentro de nuestro cerebro.

Es allí en donde se procesa, codifica, almacena y tramita la experiencia para luego ser usada consciente o inconscientemente en el diario batallar. Con escasos cinco años, siendo todavía un preescolar recuerdo la gran ansiedad de alegría que me embargaba ese 23 de diciembre cuando el olfato sentía el rico olor del sazón aplicado al lechón por mi madre, en los preparativos para el asado de la Nochebuena.

Es en ese momento anhelado de la vida infantil cuando hace su aparición un inesperado huésped con un telegrama en la mano. Se lo entrega a mi padre quien desdobla el papel y lee en voz alta la infausta noticia de la muerte inesperada de su hermano menor, mi venerado tío Ramón, deceso acontecido en la ciudad capital, ubicada a más de doscientos kilómetros del municipio de Altamira donde nos encontrábamos.

Los preparativos para la fiesta fueron reasignados para el velatorio. El jolgorio y la bulla navideña se convirtieron en llanto y dolor familiar.

A partir de ese pesaroso recuerdo quedó marcado en mi mente el presentimiento de que algo fatal podía suceder en Nochebuena. Con el transcurrir del tiempo las fiestas y los cánticos alegres fueron apagando ese sentimiento trágico existencial. De repente, otra vez ha vuelto a tomar vigencia aquella deprimente melodía de Rigo Tovar que dice: “Ay! Que triste Navidad/ voy a pasar sin ti/ solito aquí en mi hogar/ y tú lejos de mí”

Ese revivir nostálgico se lo debemos a la sorpresiva visita de la covid-19 que ha llenado de luto y de temor a los habitantes de todos los continentes.

El sacrificio del distanciamiento físico y la cancelación de los tradicionales encuentros pascuales, resultan poco costoso en comparación con los beneficios sanitarios que obtendremos al reducir la velocidad de propagación, así como el número de víctimas del coronavirus.

En lo que llegan los antídotos seguros y confiables debemos mantener con prudente disciplina el uso de la mascarilla, la constante higiene y la separación física de dos metros entre las personas.

Poco cuesta y vale mucho ese esfuerzo individual y colectivo. Las restricciones de ahora son la garantía de que el próximo diciembre podamos juntos entonar con alegría los villancicos, las canciones y los merengues que son nuestros adornos musicales para festejar en unión familiar la tradicional llegada del Mesías que habrá de traernos el mensaje salvador del amaos los unos a los otros, junto a la paz y el bienestar colectivo.

Fortalezcamos y templemos los espíritus con anhelos de futuro para que juntos en pensamiento demos la batalla con éxito sobre este nuevo virus que ha pretendido socavar nuestra voluntad de seguir trillando juntos el camino hacia el progreso. Confiemos en la ciencia y tengamos fe en la bondad de los hombres y las mujeres que pueblan la tierra.

¡Vendrán días de gloria, el presagio ya es universal! No nos desesperemos. La vacuna está llegando.

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