¿Navidad o política?

¿Navidad o política?

Por lo visto, señores, este año no tendremos Navidad, sino política, la asqueante política preñada de insultos, ambiciones desenfrenadas y préstamos, siempre préstamos, de esos que hacen de este país uno hipotecado «per sécula seculorum».

¿Qué motivos tengo yo para expresarme así? Apunten.

Tres días antes de la Nochebuena, ¡tres días apenas!, el PPH celebrará «su» convención, a pesar de que ya hace dos semanas el PRD celebró la que, según los reglamentos del partido, es auténtica convención, la legal. Veremos ahora qué dice la Junta Central Electoral y en qué lío se va a meter. Que va a ser enorme, no lo duden.

No hay espíritu navideño en las calles, debido al alza desmesurada en los precios de todo lo que se vende, lo que ha disminuido sensiblemente los salarios de todo el mundo, menos de los que se «surten» del erario.

Porque, díganme una cosa, ¿quién es el fenómeno, de la clase media para abajo (incluyendo a dicha clase o sector de la sociedad), que puede comprar una pierna de cerdo a RD$100.00 la libra, manzanas a RD$15.00 por unidad y así por el estilo?

Además, hay que tomar en cuenta que aún faltarían la cena del Año Nuevo y los Santos Reyes y, ¿quién sabe?, hasta la Vieja Belén, que siempre llega con retardo.

Entonces, si ese es el panorama, ¿tendremos política o Navidad este fin de año? Tendremos política, porque este pueblo (que es el mío, que conste) no tiene conciencia de que siempre ha estado manipulado por los políticos, políticos que casi nunca han cumplido sus promesas. Pero basta con que a los presidentes de base y otros «funcionarios» «les mojen la mano» y que a los verdaderamente «de abajo» le regalen cuatro tablas y cinco hojas de cinc para que acudan, como manada, a donde los lleven.

Eso me recuerda la célebre frase aquella: «Pobre Santo Domingo, que solo recuerda a sus grandes vivos cuando ya son sus grandes muertos».

Y digo esto, porque son centenares las veces que oigo mencionar a José Francisco Peña Gómez, Juan Bosch y Joaquín Balaguer. Y voy más lejos. En uno de esos programas matinales de la radio, que yo monitoreo cuando vengo al periódico, escuché que alguien mencionaba a Trujillo, como aquel que en una ocasión salvó la Navidad de los dominicanos.

Y tenía razón el comentarista. Ya en los finales de la tiranía, después del atentado contra Rómulo Betancourt, que hizo que la Organización de Estados Americanos (OEA) nos aislara diplomáticamente y comercialmente con todo el continente, nadie esperaba que ese año se entregara la llamada «regalía pascual».

Pero Trujillo anunció un día que dicha regalía sería entregada puntualmente, porque él pondría el dinero de su «propio peculio».

Y dicho sea con sinceridad, yo aplaudí hasta quemarme las manos, porque yo contaba con eso para casarme el primero de enero del 1960.

Pero ahora es lo contrario. Con un país quebrado por los siglos de los siglos lo que hace este…gobierno es agenciarse nuevos préstamos (por lo pronto uno de US$200.0 millones del BID y por ahí «merodea» otro de US$40.0 no sé para qué.

Mientras tanto, varios departamentos del Estado se han gastado cientos de miles de pesos editando revistas y libros para que el pueblo sepa las obras que ha hecho el gobierno.

Entonces, amigos, ya que nadie se preocupa de que tengamos una Navidad en paz, hagámosla nosotros. ¿Cómo? Primero, resignándonos, porque Dios sabe lo que hace y, luego, asistiendo a las distintas ceremonias religiosas con que la Iglesia conmemora el nacimiento de Jesús y pidámosle que cambie las cosas, que haga a nuestros gobernantes más humanos y menos ambiciosos y que respeten por lo menos la sagrada festividad que es el nacimiento del Niño-Dios.

Yo tengo esa esperanza. Ahora, los que no creen en Dios, los que han llevado este país al abismo, que esperen, que su turno de presentar «credenciales» les llegará a su debido tiempo. Y no creo que se arrepientan en el último instante, como hizo Renán, porque estoy absolutamente seguro que pocos de los de «arriba» saben quien fue Renán.

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