Cuando un hombre y una mujer se unen en matrimonio, Dios les otorga el nombre de Familia. Los esposos deben reflejar la naturaleza y la vida de la familia divina en la familia humana, lo cual es imposible sin la presencia de Dios en el corazón de cada uno de ellos.
El Señor instruyó a esta unidad básica de la sociedad, para que sea la manifestación de Su amor, lo cual debe ser un ejercicio constante, no a modo temporal o circunstancial.
En este mes de diciembre muchos realizan grandes esfuerzos para expresar el amor, la solidaridad y el cuidado, a través de visitas y regalos.
Sin embargo, qué diferente sería si la expresión de amor al prójimo se convirtiera en una práctica espontánea, como resultado de la presencia del Hijo de Dios en cada corazón. La Navidad es aprender a ser como Jesús y hacer lo que Él hizo: amar y servir.
Es Cristo en nosotros el que puede cambiar los pleitos, las divisiones, los celos, las envidias, las emociones dañadas, producto de nuestra naturaleza carnal, por la humildad, el amor, el gozo, la paciencia y la paz, que son fruto de Su Espíritu.
No es la responsabilidad de la sociedad ni del gobierno, tampoco de los hombres en sí mismos levantar la familia bajo el modelo de la verdad.
Dios instituyó la familia para que sea la manifestación de su amor. Un amor que no busca lo suyo, que no se envanece.
Porque Dios es amor tienes la oportunidad de que Jesús pueda nacer en tu corazón y manifestar Su carácter todos los días. Empieza hoy mismo a ser diferente. Pide a tu Creador que a través de ti muchos conozcan el amor que Jesús regala a todos los que lo buscan y que puedan así convertir sus corazones en pesebres donde Él pueda nacer.
Que esa paz que anhelas tener en Navidad te acompañe siempre porque hayas decidido hacer del Señor Jesús lo más importante de tu vida.