Navidad: ¿una época o una vida?

Navidad: ¿una época o una vida?

MARLENE LLUBERES
Si realizáramos un sondeo entre las diferentes personas acerca de lo que para ellas significa la Navidad, encontraríamos distintas opiniones y enfoques absolutamente distantes.

Algunos, por el sólo hecho de pensar en que se avecina esta época, se sienten deprimidos, nostálgicos. La soledad y el mal recuerdo los invaden. El profundo deseo de que los días transcurran con rapidez, se convierte en una obsesión.

Otros, al llegar estos días, sienten que surge mayor entusiasmo y ponen en práctica aquellas cosas que, durante todo el año, habían planificado: compras diversas, remodelaciones, renovación de vestuarios, convirtiéndose éstos en los factores que hacen diferentes estos días.

En otros casos, el exceso de trabajo, que muchas veces aleja del hogar, es constante. Lo más importante es aprovechar la gran demanda que se origina, para ofertar una mayor cantidad de bienes que satisfaga estas necesidades. Se entiende como importante lograr el incremento considerable del patrimonio, obteniendo el mayor provecho en esta época.

Los más jóvenes sienten mayor libertad. Las fiestas, los regalos son prioridad. De alguna forma se sienten bien al compartir con familiares, que quizás tenían largo tiempo sin ver.

Los religiosos, por su parte, consideran que la Navidad es cumplir con Dios, estar encerrados en la iglesia y detestan todo tipo de encuentros, permitiendo que en sus corazones se levante el juicio, en perjuicio de quienes los rodean.

Sin importar cual de estas realidades sea la nuestra queremos exhortarlos, a través de estas líneas, a detenerse en el camino y analizar la verdadera motivación de esta celebración y el beneficio transformador que, el descubrirla, traería a sus vidas.

Un día, desde los cielos, llegó un hombre a la tierra para cumplir una misión: dar su vida en sacrificio para que la humanidad completa fuese salva.

Esta reconciliación trajo la salvación al mundo y, junto con ella, una vida llena de gozo, paz, seguridad, provisión y esperanza.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, mas tenga vida eterna. Es su anhelo entrar a tu corazón, darte alegría, llenarte de su amor para que puedas amar y darte a los demás sin condición. Capacitarte para vivir una vida íntegra, delante de Dios y de los hombres. Transformarte y darte su naturaleza, para que no tengas que ser hipócrita o mentiroso, ni exista en ti el deseo de vivir en engaño y falsedad.

Necesitas ser perdonado, que Dios borre tus faltas, te limpie de todo aquello que te ha dañado y te dé una vida nueva.

Deja que nazca en ti el amor de Jesús, su esperanza y forma de vivir, para que ya no existan pleitos, divisiones, envidias, rivalidades y competencias. Para que el orgullo y la soberbia desaparezcan. Entonces, y sólo entonces, podrás entender por qué y para qué vino Jesús a esta tierra, dejando su gloria, siendo Dios.

En ese momento, entenderás lo que es la verdadera Navidad. No es por tus obras, por el tiempo que pases en la iglesia, ni por las obras benéficas que hagas, es por la gracia de Dios. La Navidad es cambio de mente, corazón puro, vidas restauradas, sanas, fortalecidas por la gracia y el amor del Señor.

Un mundo transformado, como fue hecho en el principio, formado por personas que quieran el bienestar del prójimo, antes que el suyo propio.

Es, determinantemente, ser como Jesús, vivir como Él lo hizo…amar como Él nos ama.

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