Navidad y vibración

Navidad y vibración

En 1974 publiqué un libro de ensayos titulado “Acción y presencia del mal”. Se agotó la edición, no me explico cómo, porque carezco de talento comercial y promocional entre otros que me faltan. No me he envuelto en una nueva edición, especialmente ahora, cuando quiebran librerías y la gente lee lo que le interesa, muchas veces simplificado y condensado.

La primera frase del libro, todo el primer párrafo, no le gustó a mi padre, que me dijo: ¿Y qué vaina es esa? Porque yo iniciaba la Introducción afirmando: “Lo primero fue el movimiento. La vida es movimiento. Lo mismo para el átomo con el giro de sus electrones y la amplitud de sus reacciones, que para las inmensas e incontables moles del espacio.”

Hoy habría ido más lejos. Habría escrito que lo primero fue una vibración.

Lo curioso es que él creía en el poder de las vibraciones y más de una vez despidió un empleado de su imprenta por maldecir. “La maldición es negativa, vibra malignidad –decía– y usted no puede trabajar aquí… no me va a joder”.

Y lo botó.

He tenido muchos ejemplos concernientes a la vibración del pensamiento y de los sentimientos.

Los instrumentos musicales (manejadores de vibraciones) suenan conforme a la autenticidad de los sentimientos de quienes los usan. Cuando fui Concertmaister en Hannover, presentamos una obra de Haydn para trío de cuerdas. El cellista y el violista usaron sus valiosos instrumentos. Yo usaba el humilde violín que se decía que había pertenecido a Baltasar Rodríguez, del cual corría la voz de “que en la fieta é Sabaneta Baitasai tocó ei violín y que sonó tan bonito que se parecía un moquito porque sonaba fuín-fuín”.

La crítica alemana (Hannoversche Presse y Hannoversche Allgemeine Zeitung) elogió la belleza del sonido de mi humilde violín sobre los nobles Amati y Guarnerius que sonaron junto a él.

Le parecerá increíble, pero lo cierto es que le hablé privadamente y con gran fe al cibaeño violín de Baltasar, diciéndole que no podíamos quedar en ridículo frente a tan gloriosos y costosos instrumentos.

Honor nacional –le dije– y los resultados fueron la realidad de una sonoridad limpia, poderosa y cautivante, de la cual poseo testimonios impresos en la severa prensa alemana de una ciudad con gran tradición musical.

¿Qué pasó? ¿Radiación, vibración, fuerza del espíritu… vibración del alma?

Ahora resulta que reverenciados científicos del mundo se asombran al descubrir, con el auxilio de los modernos microscopios y sofisticados equipos complementarios, el inmenso poder de las vibraciones.

En el agua, las vibraciones, estudiadas a muy bajas temperaturas, muestran cambios espectaculares (registrados en blanco y negro… aún más, a todo color) en sus reacciones cuando el agua es sometida a sonoridades cargadas de un alto contenido espiritual –digamos vibracional–. Las fotografías de los cristales del agua congelada sometida a diferentes sonidos o estados mentales, que han sido realizadas con ayuda de un microscopio de alta resolución, muestran claramente diferencias extraordinarias.

Estamos en Navidad, época en la que se respira un aire distinto, cargado de buena voluntad, tiempo que asociamos con el nacimiento de Jesús, aunque no sea esta la verdadera fecha de su nacimiento. Pero existe una vibración especial en el ambiente, que invita al milagro.

Todo esto desemboca en mis deseos de que los dominicanos vibremos en la paz, no solo en Navidades, sino que transformemos las realidades nacionales con el poder de la positividad y el bien.

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