Nazis y bolcheviques

Nazis y bolcheviques

Hay gran diferencia entre la música que se toca con instrumentos de cuerdas o de viento, y la “música interior” con que hombres y mujeres se enfrentan a la vida. Las culturas tienen aspectos patentes o visibles y notas recónditas que no advertimos fácilmente. El poeta italiano Eugenio Montale solía emplear el término “mestizo cultural”. Lo aplicaba a los emigrantes cultos que vivían en París en los años cincuenta, procedentes de las colonias francesas. Escritores, artistas, poetas, hacían grandes esfuerzos para “triunfar en París”. Se adaptaban a las modas de vestir o de beber, tanto como a los prejuicios reinantes, estéticos y políticos.

El resultado era, casi siempre, un burdo “collage”. Imagino que Ladislao, hombre enemigo de las poses, hubiese sufrido en una situación semejante. Aunque no me has dicho cuál es el “flanco” débil de Ladislao, yo sospecho que quizás consista en cierta actitud resignada y contemplativa que le hacía aplazar decisiones importantes para su vida y para las de los que le rodeaban. Su padre no le educó para unos tiempos tan duros como los nuestros. Él miraba las cosas desde una óptica romántica, tal vez un tanto bohemia.

A propósito de los intelectuales bohemios debo contarte que he leído un largo escrito acerca de un historiador alemán, egresado de la Universidad de Friburgo, quien sostiene una curiosa teoría sobre los conflictos sociales contemporáneos en Europa. Este hombre piensa que en el viejo continente hemos padecido una “guerra civil” desde 1917 hasta 1945, esto es, desde la revolución bolchevique hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Los actores manifiestos de esta “guerra civil” incomprendida han sido los comunistas y los fascistas. Los malos efectos duran hasta los días que corren.

Unos y otros han pretendido “restaurar” el orden, las jerarquías y la estabilidad autoritaria que caracterizaba al imperio romano, en la Antigüedad; y el control eclesiástico en la Edad Media, que también significaba un orden general y coherente, legitimado ideológicamente. La revolución industrial arrasó con los residuos de ambos órdenes ecuménicos. Las masas ineducadas se liberaron de la sujeción feudal; los obreros acudieron a trabajar en unos sucios galpones… donde fueron descubiertos por los economistas del siglo XIX. (Ubres de novelastra; 2008).

 

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